Interesante obra de Thomas de Quincey en la que se repasan los últimos meses de Kant ofreciendo diversa aristas del personaje y del autor.
Si bien de Quincey era un espléndido periodista, ojalá ahora se escribiera como lo hacía él, no es menos cierto que elegir a Kant como amigo puede entenderse como un gesto sincero o como una enorme ironía. El autor provocó ampollas en la reaccionaria sociedad de su tiempo dado su libertinaje. ¿Por qué escogió a un neurótico como protagonista de su obra?
Posiblemente, para realizar una drástica separación entre el indudable valor de la filosofía kantiana y la persona que no podía escapar de un estricto orden de acciones y obligaciones autoimpuestas. La obra refleja, con crudeza y asepsia, cómo se apagó la llama de Kant y cuáles son los síntomas de la neurosis degenerativa.
Se lee con enorme facilidad y confirma que de Quincey es uno de los grandes autores injustamente olvidados por el libérrimo uso de los estupefacientes que llevaba a cabo sin ningún tipo de complejo. Lectura obligatoria para reconciliarse con un periodismo que se perdió con el paso de los años.