El otro día me enteré de que se acababa de crear una nueva red social ligada a Instagram. Con el nombre de Threads ("hilos"), esta misteriosa red me causó mucha curiosidad, así que me instalé la app para ver de qué iba la vaina.
Cuando la abrí, descubrí algo parecido a Twitter. Es decir, una serie de mensajes de texto cortos apilados unos sobre otros. Algunos acompañados fotos, otros no. Empecé a indagar y encontré algunas cuentas que ya seguía desde Instagram, pero también me iban apareciendo hilos de otras que no había visitado nunca.
El caso es que su algoritmo funciona bastante bien para conectarte con tus intereses en redes. Es decir, si en tus redes estás actualmente siguiendo por ejemplo, cuentas relacionadas con el interiorismo o la moda, te saldrán hilos relacionados con esas temáticas. Incluso cuentas de personas que no sigues ni conoces. Pero tienes intereses afines con ellas.
En mi caso, al abrir la aplicación lo primero que me aparecieron fueron mensajes parecidos a lo siguiente: "Somos un podcast especializado en bandas emergentes y estamos buscando ideas. Algoritmo de Threads conéctame con músicos y bandas, instrumentistas, cantantes, compositores, intérpretes y productores musicales." . Y como si hubieran lanzado un hechizo, un montón de personas habían respondido dando like y dejado su comentario para que les tuvieran en cuenta. Cientos de pequeños creadores habían dejado ahí su mensaje para tratar de no pasar desapercibidos en la vorágine de la red.
Y como ese mensaje inicial, pude leer otros tantos muy parecidos emitidos por emisoras de radio, productores, managers, periodistas musicales, curadores de listas de Spotify y demás elementos del engranaje que es, hoy en día, la industria musical, buscando a sus artistas emergentes. Pensé, "Uau, qué pasada esto del algoritmo". Le di a seguir a algunas cuentas que me interesaron y dejé algunos enlaces con mi música.
Días más tarde, trasteando por la app, llegué a un mensaje que me llamó la atención. "Soy un productor/representante/ emisora de radio/podcast/periodista musical buscando artistas emergentes. Déjame tu mensaje y sígueme. No veré tu perfil ni escucharé nunca tu música, pero tu follow me servirá para engrosar mi lista de seguidores". Y bueno, pocas palabras más faltan para explicar cómo, con tan pocos caracteres, ese tipo fue capaz de realizar la crítica más ácida y tristemente cierta de dicha red y de los verdaderos propósitos de unos cuantos/as que por allí pululan.
Así que pensé, pues claro, esto era demasiado bonito para ser verdad. Es lo de siempre: buscar una aguja en un pajar. Que alguien te encuentre, te escuche y además, le caigas en gracia como para sacarte en un podcast de Albacete, por ejemplo. Ya no digamos una entrevista o un contrato discográfico, ¿no?
Y ayer mismo, volví a entrar y vi un post en el que un usuario había compartido un esquema de cómo es la pirámide del streaming en Spotify. En la base, un grueso de miles de millones de canciones que solo tienen entre 0 y 100 escuchas, hasta llegar a la punta de la pirámide, donde se sitúan el "puñadito" de canciones que cuentan con millones de streams. Lo definían en comentarios como "el océano del streaming". Se abrió debate, sobre que ahora es mucho más fácil hacer música y se sube cualquier mierda a Spotify; otros decían que al no valorarse ya el formato físico, no había un consumo de calidad de la música en streaming y no se valoraba; otros argumentaban que solamente subían para arriba las personas que pagaban a Spotify por publicitarlos.
El caso es que tuve una epifanía: vamos que no estoy sola con esto de ser creadora de música y que no me escuche ni el gato. Que, de hecho, la mayoría estamos ahí, en ese punto. Que unos pocos siguen siendo los afortunados que, por muy diversas razones, son los que acumulan las escuchas.
¿Es porque no estoy haciendo música de calidad? ¿Es porque, aunque sea de calidad, no conecta con la gente? ¿Es porque en realidad, la gente no me ha encontrado? Me di cuenta de que todos los pequeños músicos y bandas estamos ahí en ese mismo debate. Filosofando sobre calidad de la música, formato físico, originalidad, conexión, emociones, y demás.
Y es que al final, es la vieja historia de siempre. ¿Qué debemos hacer para que nuestras canciones conecten con el público? ¿Cuál es el secreto del éxito musical? Todas esas preguntas siguen sin tener respuesta, aún después de todos estos últimos años de innovación y streaming. Y es que ahí reside la magia, en esa búsqueda constante de respuestas que nos permite renovarnos, cuestionarnos y desafiarnos a nosotros mismos.
¡Nos vemos en el próximo té!