Un día un viejo sabio me preguntó lleno de curiosidad si alguna vez me había encontrado un reloj en la playa. -Siempre- Le contesté -Todas la veces que he ido a la playa he pisado un enorme reloj, tan grande, que hasta el día de hoy no he podido descubrir en dónde está su centro. Nunca he visto en dónde cae el chorro de arena. –
-Quién sabe- Me dijo el anciano sonriendo con una mueca de complicidad dibujada en la cara: – Quizás el tiempo de ese reloj ya se acabó y sólo es cuestión de esperar un momento más antes de que todo gire, se ponga de cabeza y vuelva a empezar…