Mientras intentabas saber quién era el asesino, se te ha ido la tarde. Ni sabes dónde has estado. Has vivido en otra época, muy lejana, tan distante que te cuesta reconocer tu propio entorno. Has habitado otro tiempo. Con las llamas de fondo, has recorrido paisajes helados, glaciares, lugares de relojes congelados. Mientras te adentrabas en la selva, se te ha ido la noche. Ni sabes dónde están los astros. El poema te llevó al interior del tiempo. Te has dejado llevar, como trastornado, por metáforas antiguas. Y has perseguido al héroe hasta donde el sueño te lo ha permitido. Con las guerras de fondo, has imaginado mundos habitados por verdaderos seres humanos, gentes capaces de hablar y escuchar a cualquiera. Y has releído esos pasajes con toda la ingenuidad del mundo. Has viajado al corazón del tiempo, para huir de las tinieblas. El universo es infinito cuando lees. Ni el espacio ni el tiempo se acaban. Tú los creas. La mirada del poeta te ofrece ese poder. Por eso relees sus versos. Con los precios de los combustibles de fondo, has viajado más que nunca, a una velocidad desconocida, con un destartalado vehículo. De vez en cuando, levantas la vista para reconocer tu casa y tu cuerpo, pero sigues atravesando historias y sintiendo lo que las palabras rezuman. Estás fuera del tiempo, eres el tiempo.