Del círculo vicioso de deuda, mentiras y dispendios en el que estamos instalados no nos sacan ni Ángela Merme, ni Mariano Rojoy, ni Lupita la de los Lunis. Son las empresas las que por mero instinto de supervivencia nos sacarán de la crisis. Es decir, nosotros mismos por nuestros medios. Y aún diría más, son las empresas ágiles, dinámicas y evolutivas las que están más preparadas para asumir cambios y arriesgarse en la parte del riesgo no relacionada con fuertes inversiones.
En España, las empresas más grandes, se mueven lentamente, pero no importa: trabajan en sectores tradicionales, poco dados a cambios y además, están asentadas en el exterior. Son las medianas y pequeñas empresas altamente especializadas las que hoy pueden competir en el exterior. Trataré de pasar por alto los problemas a los que todos nos enfrentamos porque son conocidos y cansinos (incluso antes de la crisis, llegabas a un banco a pedir financiación para una start up tecnológica y aunque le hicieras cuarenta croquis al bancario, no te entendía nada, eso sigue pasando y es penoso, en las AAPP sucede tres cuartos de lo mismo).
Mientras caemos por el precipicio, no dejamos de mirarnos el ombligo ignorando lo que pasa en el resto del mundo. ¿Nos hemos planteado seriamente cuáles son los impedimentos por los que España no puede introducir sus productos, imagen e ideas en mercados asiáticos, la India, Hispanoamérica...? Puede que sea una tontería, pero si estamos copados en nuestros mercados tradicionales, digo yo que habrá que buscar las lentejas más allá.
De poco vale lamentarnos de que no hay dinero. El dinero que hay es el que hay. Hace falta asumir las deudas, financiarlas, negociar, y, usar el remanente para impulsar la actividad de venta y producción. Es de perogrullo y resulta muy fácil decirlo: tenemos que ser mejores que otros. El papel lo aguanta todo y hacer parecer las cosas más fáciles de lo que son, no ayuda. Pero por algo hay que empezar. Tenemos que creernos mejores de lo que somos. Tenemos que dejar de lamentarnos. Tenemos que armar el petate, atarnos los cordones y empezar el camino. Un camino por Mordor sigue siendo un camino. Y vive Dios que necesitamos un camino porque el suelo se deshace bajo nuestros pies.
Ya sé, ya sé que no sólo la falta de dinero es un problema. Hay otros en principio fácilmente solucionables: que para montar un negocio tengas que ir a cuatro administraciones y esperar permisos, que tengas que pagar tantísimo a los notarios, que un pequeño y humilde comercio se vea prácticamente en la obligación de contratar una gestoría, que los proveedores con el agua al cuello te paguen en promesas incumplidas, que Hacienda sea uno de los mayores deudores del país, que desde el minuto uno tengas que pagar a la Seguridad Social, etc. Todo eso sangra muchísimo y debiera ser resuelto, pero así están las cosas y mañana no cambiarán. Mientras procuramos que cambien estas y otras cosas, no se puede estar esperando sentado.
Preguntémonos qué es lo que cada uno puede aportar en su idea de negocio, qué vías hay para sumar fuerzas con otros, qué experiencia pueden aportar aquellos que escuchan que ya no sirven (20 años de vida laboral son más valiosos que dos títulos). Se suele decir que el nuevo tejido empresarial se basará en pocas y grandes empresas y un montón de pequeñas y medianas empresas tejiendo redes de colaboración. Estoy bastante de acuerdo con esta imagen: de bancos y administraciones no nos podemos esperar nada más que molestias. De nuestra enorme cantidad de pequeñas empresas, tenemos que ver cómo una poco especializada puede colaborar con una alta especializada. Por ejemplo, del taller mecánico a la empresa de transportes, de la empresa de transportes a la fábrica de componentes, de la fábrica de componentes al estudio de diseño industrial, del diseño industrial a la distribución, de la distribución a la venta, de la venta a los acuerdos para vender en el exterior. Unir esfuerzos entre los más capaces, colaborar, tener una visión de conjunto del negocio y compartirla. Ya no podemos tener miedo a compartir una idea, las ideas no se roban, no te las pueden quitar, las ideas se comparten y, en todos los ámbitos de la vida, varias cabezas piensan mejor que una. Compartir ideas es compartir riesgos, compartir riesgos es compartir costes, y compartir costes es estar menos solos en la oscuridad.
Ya mencioné algunos problemas que surgen a la hora de emprender, pero hay otros más. Por ejemplo, todos los negocios necesitan equipos informáticos. Los pequeños negocios no valoran lo suficiente lo que pueden ahorrar no ya solo comprando equipos nuevos sin licencia OEM, sino incluso, comprando equipos de segunda mano que les van al pelo. En Cuba, no es casualidad que sigan circulando coches de los años cincuenta. Muchos excompatriotas nuestros se las arreglaron para aprender mecánica y alargar la vida útil de sus carros. Tenemos que empezar a aprender a vivir en un mundo nuevo. En un mundo de reutilización de componentes, de compartir información y de extensión del uso del software libre empresarial. Son gotas en un océano, pero a una pescadería (de la que espero que también venda por internet), un ahorro de 90 euros al mes ya le supone una diferencia contable reseñable. Si a eso le sumamos el ahorro de la gestoría (150) y una rebaja en la cotización de la seguridad social (pongamos 50 o 100 por empleado), pues ya tenemos un cierto ajuste de cuentas que da para devolver créditos. Vale, puede que la rebaja en las cotizaciones sea exagerada, pero eso da igual, a la Seguridad Social le quedan quince años a lo sumo, quienes ahora empiezan a trabajar no van a beneficiarse del sistema.
Más: combustible para transporte profesional y coste de la energía en general. Esto compete a los 19 gobiernos de España, pero me centro en lo que la empresa puede hacer con las herramientas disponibles. ¿En serio que tras años de experiencia en muchas pequeñas empresas, pocos tienen idea de cómo resituarse? No digo que repartas pedidos en bus urbano, pero casi. No hay que temer a las nuevas ideas como tampoco hay que dejar encendida la luz del escaparate toda la noche. Tampoco tengo muy claro que lo mejor sea continuar tradiciones "porque se ha hecho así toda la vida". Por ejemplo, si muchos de tus clientes trabajan en horario de oficina, tú no puedes compartir su horario. Quizás sea conveniente que trabajes hasta muy tarde (con lo que empezaría tu jornada también más tarde). Esto está relacionado con el horario comercial impuesto, con el horario de tu competencia, con tu disponibilidad, etc, lo sé, pero me refiero a que otros no deben decidir por ti.
Y si menciono que otros no deben decidir por ti, es obligado mencionar lo que hace a nuestro mercado laboral ser tercermundista. Eso es también asunto de los gobiernos de España, pero todos sabemos que a nivel de calle, la mayoría de las veces, la ley está de adorno. Esto no es Alemania.
Iba a hablar de los domingos, pero paso, que me da la risa. Marialuisa.