Para quien la trabaja,
se decía,
con la sorna descabellada
del que sueña efluvios del Tártaro.
Espectros.
Abandonados en la algaida,
nunca estaremos tan cerca del agua
ni del secarral.
Raíces cúbicas o pesadillas de Timeo.
La tierra para quien muere,
se decía,
con la certidumbre
del que zozobra entre las terrosas rémoras del pensar.
Porque el Etna te espera
y las sandalias ya no importan.