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Tipo de miedos evolutivos entre los 24 y 36 meses de edad

Publicado el 15 julio 2013 por Niños

¿Con qué miedos se va a encontrar el niño de 12 a 36 meses?

 Todos los cambios que se producen en el niño a partir de cumplir el año de edad, suponen también cambios en el tipo de miedos con los que se va a tener que enfrentar. Ya no son seres indefensos cuyos tormentos eran los ruidos o el perder el apoyo y caerse; ya pueden sentir otros peligros que le acechan y que hasta el momento ni se había percatado de su existencia. Descubren que hay animales de muchos tipos, que se pueden hacer daño cuando caen violentamente al suelo, que en multitud de ocasiones  tienen que separarse de los padres, que cada vez entran más extraños en su vida y que la oscuridad es un lugar horrible donde deben pasar un sin fin de horas cada día, y además solos. No contentos con todo esto, también tienen miedos extraños acerca de la realidad que aún no llegan a comprender: es el miedo a lo desconocido.

Miedos evolutivos propios de los 12 a los 36 meses de edad


Miedo a la oscuridad entre los 2 y los 3 años

miedo-a-la-oscuridad-pequeEl miedo a la oscuridad suele aparecer alrededor de los 2 años y evolutivamente tiende a remitir espontáneamente a los 9.

Son dos el tipo de vivencias que tiene un niño frente a la oscuridad. Por un lado, el hecho de acostarle en un lugar aislado, sin estimulación alguna y durante mucho tiempo, supone la finalización de las actividades placenteras, lo que percibe como un castigo. Por otro lado, es frecuente que la oscuridad se asocie con otros miedos como la soledad, el miedo a la separación, a lo desconocido y los miedos inducidos (muchas veces a modo de juego se les atemoriza con la existencia de malvados monstruos que vendrán en su busca).

Además de considerar el miedo a la oscuridad como un miedo normal durante el desarrollo, es cierto que la magnitud del miedo, su intensidad, duración y persistencia dependen de las experiencias vitales del niño. Es un miedo que fácilmente se adquiere a través de imágenes, historias y vivencias. De hecho, los adultos enseñan al niño constantemente lo peligrosa que puede llegar a ser la oscuridad y lo hacen relatando infinidad de cuentos donde los malos siempre tienen que ver algo con la oscuridad, gastando bromas y asustando al niño, amenazándole con llevarle al cuarto oscuro, etc.

Una de las explicaciones posibles puede centrarse en las pautas de actuación que ponen en marcha los padres. No se trata de buscar culpables ni mucho menos, sino de buscar las soluciones más adecuadas para cada niño. Fijándose detenidamente en lo que ocurre cuando un niño se alarma por la noche y llama desconsoladamente a su madre, se observa que el gesto automático de la madre es encender la luz y a continuación consolar al niño. Inevitablemente va a asociar la luz con tranquilidad y la oscuridad con desasosiego.

A su vez, el niño va a aprender una cadena de sucesos del tipo: tengo miedo, grito pidiendo ayuda, vienen rápidamente y me consuelan; evidentemente a todo niño le gusta que le presten atención y sin duda esta llamada funciona porque los padres siempre responden a la intranquilidad de los hijos, lo que está muy bien, aunque el problema está en que los niños aprendan a usarlo y a provocar el llanto para que le presten un poquito más de atención.

A la hora de establecer pautas para que el niño no vivencie la noche como algo negativo es recomendable:

  • Procurar que el ambiente donde duerme el niño sea agradable para que descanse plácidamente. Debe reconocer todos los objetos que le rodean como algo familiar.
  • Desde el primer momento enseñar al niño a que duerma a oscuras y en su cuarto y no necesariamente en silencio absoluto, ya que en todas las casas hay ruidos y no acostumbrarle a ellos supondrá que se sobresalte al mínimo ruido. Habrá que cuidar las condiciones de luz (a oscuras), de ruido (tranquilidad pero no en silencio absoluto) y climáticas (no sofocar con mucha ropa).
  • Ha de tener una cama o cuna segura y rígida para que no tema caerse por la noche.
  • Conviene promover en él la adquisición de hábitos de sueño saludables. Esto se consigue creando rutinas antes de acostarse, es decir, que las dos horas anteriores a ir a dormir sean iguales todos los días: bañarse, cenar, jugar a algo tranquilo, leerle un cuento y a dormir.

Los síntomas que suelen presentar los niños con miedo a la oscuridad son las constantes llamadas a los padres para pedirles agua, ir al baño y un sinfín de excusas que dependerán de lo que mejor funcione para que le presten atención. Si el niño tiene ya el miedo instalado de lo que se trata es de que no trascienda demasiado y que no se convierta en un problema diario. Por lo tanto:

  • Es cierto que debemos consolarles, ya que en caso contrario lo que crearíamos es una sensación de desprotección, pero a la hora de acudir a su llamada se debe ser un poco asépticos, es decir, no alimentar su miedo dándole demasiado bombo y demasiadas explicaciones.
  • A la hora de consolarle no se le debe animar a que cuente lo horrible que ha sido su pesadilla; mejor hablarle en voz baja, despacito, dándole un vaso de agua, pero haciéndole ver que es de noche y que enseguida todo Edmundo volverá a dormirse. Si se resiste a dormir, consentir quedarse a su lado hasta que concilie el sueño, pero sin darle conversación.
  • Si pide que dejen la luz encendida no negarse tajantemente, sino proporcionarle un piloto de luz que, si se asusta, pueda tranquilizarse él solo. Dejar la puerta entreabierta y una señal de luz le ayudará a seguir simbólicamente en contacto con sus padres.
  • Practicar durante el día juegos con los padres en habitaciones a oscuras puede ser adecuado para darle seguridad en una situación similar.
  • Durante el día puede ser interesante que describa cómo es el monstruo que tanto teme y, al mismo tiempo, indicarle que lo dibuje en un papel. De esta forma verá que no es tan terrible e incluso puede llegar a parecerle divertido.

   Cómo enfrentarse a la oscuridad


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