Tirador de elite
Publicado el 16 febrero 2011 por Mqdlv
Mirá, flaca, a mí en Buenos Aires no me da bola nadie y acá me dicen tirador de elite. No te voy a hablar de mujeres, flaca, pero la posta es que en este lugar la cosa es distinta. Lo tenés que saber y para saberlo alguien te lo tiene que cantar porque no tenés tiempo, flaca: si cerrás los ojos sos boleta. Cuando vas a pegar faso, merca o lanza perfume, te vas trepado con la plata en la mano, flaca, ni se te ocurra meter los dedos en los bolsillos porque tres tiros, flaca, en la frente, y no importa tu cara ni te van a querer coger, flaca, a lo más que se las chupes pero la grana vale más que tu boca. Te hablo certezas porque a esta altura es la única que vale, aprendetelo para acá y para el orto del mundo, flaca. Las cosas buenas no se repiten y mucho menos las mejores. Te lo digo yo que soy un profesional del dedo, flaca, de Gualeguaychú a Río de Janeiro llegué. ¿Te la contaron esa? No sabés las cosas que vi. En el medio de una isla no tenía ni un real ni un sincero y las máquinas no daban plata, flaca. En eso una mina -y no sabés qué mina, flaca- se me acerca y me pregunta tenes fome. Yo no entendía nada, flaca, y le digo, sí sí, estoy conforme, y me invita a comer la loca. No te cuento cómo me la gané porque es muy desagradable ¡qué desagradable el tipo! pero te lo cuento, mejor, que te vas a morir: sentados en una piedra, flaca, después del almuerzo, charlando cual romance, yo tenía unas ganas de ir al baño, loca, que no aguantaba más, y se me escapó un pedo. Ahí nomás la besé, flaca, qué podía hacer después de eso. Me llevó a laburar con ella a su spa, tenía plata la loca, y anduve haciendo de todo entre quince minas. Me daban masajes todos los días y ahí conocí a la dueña de Brahma, flaca, Patricia Thompson. Borracha. El marido la había dejado por su mejor amiga y la loca no daba más. Hay que curtirse esa historia y salir vivo, flaca. Pero no creas que soy un gigoló, eh, las cosas pasaron y ahí en Brahma laburé en serio y estaba bien, pero la borracha no podía más y cuando no podés más le vas robando lo que le sobra a los otros y ¡caraca! Me dejó seco. Entonces me clavé el anillo en el pulgar y salí. Hay precios que no se pagan, flaca, ni en Argentina ni acá pero acá menos, flaca. ¿Vos viste esa puerta? Ahí vivo yo, flaca, desde hace dos meses, le llamo la puerta de infierno, ayer una vieja estaba tirada arriba del capot de ese auto y un carioca hijo de puta la pajeaba, en el medio de la calle, loca. El carioca ese fue el primero que me llevó a la favela a pegar faso, flaca, se me hizo el amigo y cuando subimos me dice a mí me gusta chuparla en la favela, loca, se me pudría todo, no sé ni cómo te la estoy contando, flaca, ahora está todo bien porque ya soy de acá, me gané el asfalto, flaca, pero hay que tener los ojos más abiertos que la cara y hablar certezas, flaca, que como te digo todo esto te digo que a vos no te tiroteo ni loco, flaca, te llamás como una con la que anduve que fue la peor y en eso soy supersticioso, flaca, me lo enseñaron arriba: podés descontrolarte todo pero lo que aprendiste no te lo podés olvidar, como te decía, flaca, en lugares como este no hay tiempo y si pasaste de una sos un sobreviviente y el límite para pasarte a la banda de todos estos muertos vivos está ahí nomás, a un error de distancia. Y eso aprendetelo, flaca, que vale para este y todos los demás infiernos.