Tras tirar los zapatos de tacos aguja en un rincón, se despoja de la pollera de cuero ajustada que lleva sobre las rodillas y que tiene un tajo en la parte de atrás. Luego, sigue con la blusa entallada color rojo fuego, bajo la cual lleva un corsé muy ajustado que deja bastante de sus abundantes carnes sobresaliendo de los bordes. A través de las medias de red se distinguen unas bragas negras demasiado pequeñas para su gran trasero.
Con un suspiro se sienta frente al espejo, toma una toallita húmeda y se la pasa por los labios pintados, dejando un rastro de rojo intenso sobre la blanca superficie. Ahora, en el reflejo que le muestra el espejo, ve sus labios finos y pálidos asomar. Continúa y, con otra toallita, se quita el abundante rímel que cubre sus pestañas; demora un poco, usa varias tollinas, hasta que el color negro que había cubierto toda la zona de los ojos desaparece. Ahora también ve sus ojos sin pintura, pequeños y con el inconfundible brillo que producen las cataratas; sus ojeras violáceas, bajo cuya piel arrugada se distinguen algunas pequeñas venas; y sus párpados hinchados y caídos. Toma una última toallita y se la pasa por el resto de la cara, poco a poco aparece la piel amarillenta, surcada de arrugas, al tiempo que el color desaparece.
Al final, queda su reflejo real. Ese reflejo que muestra la verdadera edad que ella insiste en seguir ocultando bajo todos esos quilos de pintura y ese corsé que apenas la deja respirar, pero que muy bien oculta su prominente abdomen y levanta sus ya caídos pechos.
Unas lágrimas se deslizan por sus ajadas mejillas y comprende que el paso del tiempo es tirano e implacable…
Julio 2012
Con este micro participé en la convocatoria del mes de Julio: Tiempo, del sitio El Relato del Mes