Desde bien chiquita hubo algo que me cabreaba pero que ya dejó de hacerlo desde hace mucho también, y es esa gente que se ofende cuando te ha lanzado una piedra, luego esconde la mano como si con ella no fuese la cosa, y cuando tú le devuelves un ladrillo y la descalabras, no entiende el porqué... se desgarra las vestiduras y hasta se siente ofendida. Y así nos va.
No lo confundáis con lo de "quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra", nada que ver.
Y mira que yo aviso; si me lanzas una piedra, -y te he visto cómo me la lanzabas- , yo, no te devolveré flores...
Y no sé si esto es bueno o malo, pero este tipo de personas (por llamarlas de alguna manera), germinan y florecen como capullitos en cualquier campo de tu existencia (político, social, laboral, amoroso, amigos, familia, relaciones varias, etc) y sin que ni siquiera te hayas molestado en plantarlas. Porque para empezar, no suelo preguntarle a nadie nada sobre su vida privada, y si alguien me ha pedido disculpas, tampoco suelo faltarle al respeto de vuelta y me pongo estupenda. Que lo perdone Dios, que pa eso está si no se las acepto, y no se hable más. Encantada de desconocerte y enterrarte pa los restos.
Pero que no me toquen las palmas, que me conozco. Que quien siembra vientos, no espere que le acaricie el sol por la mañana. Y ahora, en este preciso instante, estoy pensando en Macron y otras hierbas de su calaña, y en cualquier esfera anteriormente mencionada.