TIZIANO Y SAFO
«Dicen que Leda una vez /encontró un huevo de color jacinto…»
Safo
Venus recreándose en la música, Tiziano, óleo sobre lienzo, h. 1550.
(Escribió Rubens: «Tiziano no entró en la Antigüedad haciéndose él antiguo, sino alcanzando la verdadera poesía en la pintura».)
Tiziano y Safo, los dos invitados de hoy a mi página, mostraron en sus obras, ya sea con palabras o con carnaciones, sus inclinaciones hacia el mundo de los sentidos, punto donde despierta el amor.
Safo y Tiziano, separados por siglos de historia, tienen, sin embargo, un lazo de unión de fuerza descomunal. Safo pertenece al mundo de la Antigüedad griega y Tiziano, veneciano cuya obra se desarrolla en el siglo XVI, no pudo evitar la fascinación que sintieron los artistas del Renacimiento por las narraciones grecorromanas, metafóricas leyendas que intentan explicar el papel del hombre en el Universo.
Erotismo, placer, desnudos, nostalgia, éxtasis, sexualidad… Poetisa y pintor escogieron reflejar sus ideas a través del amor y del deseo, emociones intensas que alternan sufrimiento, ira y celos con instantes de felicidad.
Safo, anónimo, escultura, mármol, Museo Capitolino de Roma.
(Esta recreación de la cabeza de la poetisa griega es muy posterior a su muerte, y no es hasta mediados del siglo XVI que se le identifica como Safo.)
Safo nació en cuna rica, en la isla de Lesbos alrededor del año 630 a.C. Poco se conoce de su biografía. Se sabe que se casó, que tuvo una hija y que en su salón fundó una especie de tertulia que llamó «casa de las servidoras de las musas». Allí, las muchachas jóvenes aprendían poesía, recitaban, tocaban la lira y contaban sus anécdotas de amor. Se cree que Safo se inspiraba en aquellos cotilleos de jóvenes enamoradas para sus composiciones.
Safo escribió más de doce mil versos; pero solamente un poema completo ha llegado a nuestros días —El himno a Afrodita—, el resto son fragmentos que no han perdido su belleza. También, de una manera curiosa, se descubrió una frase de Platón que nos revela cómo apreció a la poetisa griega.
En un papiro que envolvía una momia se halló un fragmento del dramaturgo macedonio Posidipo (310 a.C – 240 a.C); en él, el comediógrafo había escrito la opinión de Platón sobre Safo. Para Platón, aquella compositora lírica era «la décima de las musas» —la anécdota la cuenta el escritor valenciano Santiago Posteguillo en El séptimo círculo del infierno (Planeta, 2017).
La poetisa griega nos dejó una manera de versificar: «la estrofa sáfica». Safo y Alceo de Mitilene (621 a.C- 560 a.C) fueron los líricos más importantes de una modalidad dentro de la composición coral, una modalidad que nace en su tiempo: el canto para una sola melodía —monodia—. Safo, sin quererlo, nos dejó también una definición vinculada a Lesbos, su cuna, y a su supuesta bisexualidad. Me refiero al término «lésbico». Hermoso es este breve retal que queda de un poema suyo: «Dormida sobre el pecho / de la amiga delicada».
II
Bacanal de los andrios, Tiziano, óleo sobre lienzo, 1523-26.
(La obra está inspirada en una antigua pintura descrita por Filóstrato el Viejo en su libro «Imágenes».)
¿Qué temas dan a la mitología esa quemazón que la vuelve tan deseable para los artistas? ¿Qué ofrecieron las narraciones antiguas a Tiziano, Veronés, Rubens, Velázquez, Van Dyck, Paussin…? ¡Todos los asuntos que tienen que ver con el alma!; pues las emociones, sobre todo si están sacudidas por la pasión, permiten a un autor demostrar su virtuosismo. Hallar una simbología visual, una manera plástica que exprese los tormentos por los que pasan los personajes pintados o esculpidos, es don otorgado a los grandes y es afán de los humanistas.
Pero la mitología también permitía escapar de los asuntos históricos, ya fueran profanos o sagrados. La mitología daba libertad al creador no sólo para recrear los pasajes y las metáforas clásicas, sino también para salirse de las normas estéticas que encorsetaban las obras pías. Uno de los atractivos de esta temática era la posibilidad de pintar desnudos, cosa que permitía al artista mostrarse versado en anatomía —los dioses solían enseñar sus cuerpos.
III
Autorretrato, Tiziano, óleo sobre lienzo, h. 1562.
Ahora vamos a la época de Tiziano: tiempo abonado por el humanismo renacentista que abre paso al pensamiento crítico. A mediados del siglo XVI, que es cuando Tiziano pinta sus Poesías, la razón, sin anular los preceptos religiosos, lucha contra el pensamiento teológico medieval (teocentrismo). El hombre en la sociedad de Tiziano descubre que es eje de su existencia; descubre el poder de su condición humana (antropocentrismo).
Entre 1553 y 1562, Tiziano pintó una serie para el rey Felipe II; la serie, que está compuesta por seis lienzos, lleva el nombre de Poesías y está inspirada en personajes y relatos mitológicos. Tiziano reinterpretó en sus cuadros las antiguas leyendas imbuidas de espíritu humano, narraciones que han conseguido escapar de los olvidos del tiempo.
Poesías es un placer para los sentidos y también es un claro ejemplo del estrecho vínculo establecido entre las casas reales y los artistas. Tiziano no tuvo mejor mecenas que el Cristianísimo Rey, a quien España debe una parte importante de lo mejor de su pinacoteca.
Felipe II fue un admirador de la temática mitológica, donde suele establecerse un paralelismo entre las pasiones de los dioses y las emociones humanas, y fue un incondicional de la pintura del veneciano. El monarca más poderoso de su tiempo encargó, aprovechando su estancia en Augsburgo, las Poesías, colección compuesta por: Dánae, Venus y Adonis, Perseo y Andrómeda, Diana y Acteón, Diana y Calisto y El Rapto de Europa.
Deseo llamar tu atención sobre uno de los cuadros de la serie antes de dar paso a los poemas. Me refiero al titulado Venus y Adonis. ¿Por qué? Porque a partir de este lienzo de Tiziano muchos artistas dejaron de hurgar en las fuentes clásicas —el texto más consultado hasta entonces era La metamorfosis de Ovidio—. A partir de Venus y Adonis—ilustra el poema Como dulce manzana—, grandes como Rubens y grandes como Velázquez, versionaron las Poesías del veneciano.
Las hilanderas, Velázquez, óleo sobre lienzo, h. 1655-60.
(Velázquez, en el tapiz que pinta al fondo del cuadro, reproduce un fragmento de «El rapto de Europa», que ilustra el poema «Arriba el techo».)
Diana y Calisto, Rubens, óleo sobre lienzo, h. 1635.
(Rubens recrea, pero con menos dramatismo, la obra de Tiziano sobre el mismo asunto del lienzo —la de Tiziano ilustra el poema «Yacerás muerta».)
Con el tiempo, las interpretaciones sobre interpretaciones pusieron difícil al espectador descubrir el motivo original de los cuadros. Hay obras en las que, si no lees su título o no encuentras detalles que identifican la temática de la misma —no siempre están a primera vista—, no sabes si estás ante una diosa griega, ante una mujer o ante la Virgen.
¿Y quién fue pionero en ese nuevo camino hacia la libertad de interpretación y de ejecución? Tiziano, quien aportó, por ejemplo, a la escena de Venus y Adonis ideas de su cosecha —Venus intenta, con su abrazo, retener al amante. Esta acción no la recoge el mito.
El maestro veneciano, además, presentó a Felipe II una propuesta atrevida para las Poesías: mostrar las figuras desnudas desde diferentes puntos de vista —de frente y de espaldas—. Demás está decir que el decoro exigía que estas obras, de asunto mitológico y carga erótica, fueran destinadas a las habitaciones privadas, como dormitorios y baños; aunque también decoraban pabellones de caza y espacios que conducían a zonas ajardinadas: otro guiño más a la civilización antigua, que consideraba que la naturaleza era el punto de encuentro de dioses y hombres.
Podría extenderme mucho, pero pienso que será mejor dedicar una entrada al artista que creó, como en su día lo hiciera Safo, una manera de expresión: la «maniera de Tiziano».
Mi intención de hoy es que las Poesías de Tiziano acompañen los versos de la que canta al amor. Fíjate cómo el deseo, el desvalimiento, la sorpresa, el miedo, el estupor… están presentes tanto en la palabra de Safo como en las carnalidades y gestualidades de las figuras de Tiziano. Y siente cómo el arte despierta el gozo del alma.
POESÍAS
(Safo y Tiziano.)
Dánae, óleo sobre lienzo, 1553.
HIMNO A AFRODITA
Diosa Afrodita, de irisado trono,
hija de Zeus, enredadora, escúchame:
deja latir mi corazón, oh Reina,
libre de angustias.
Y ven aquí, como viniste un día
en que escuchabas mi llorar de lejos,
y, abandonando la mansión del Padre,
me complaciste.
Rápida unciste tu carroza de oro:
pájaros bellos, a través del aire,
la transportaban a la oscura tierra
desde los cielos.
Raudos llegaron; luego, tú, Dichosa,
con la sonrisa en tu divino rostro,
me preguntaste que por qué quería
que tú vinieras,
y, en la locura de mi corazón,
qué deseaba más tener: «Ay, Safo,
¿a quién reclamas para tus amores?
¿Quién te desaira?
Si ella te esquiva, pronto irá a buscarte;
si no recibe, te dará regalos;
si no te ama, te amará muy pronto,
aunque no quiera».
Sí, ven de nuevo: líbrame de angustias,
colma con creces cuanto yo deseo
para colmar mi corazón; tú misma
sé mi aliada.
Traducción de Esteban Torre
Venus y Adonis, óleo sobre lienzo, 1554.
COMO DULCE MANZANA…
Como dulce manzana que enrojece,
en la rama más alta,
en la parte más alta del manzano.
Van los cosechadores
y la olvidan. ¿La olvidan?
Es demasiado alta para ellos.
Traducción de Esteban Torre
Perseo y Andrómeda, óleo sobre lienzo, h. 1554-56.
EL AMOR QUE DESATA…
El Amor que desata los cuerpos
me ha metido en su torbellino,
el Amor, serpiente invencible
dulce y amarga a la vez.
Traducción de Pau Sabaté
Diana y Acteón, óleo sobre lienzo, 1556-59.
BAJA A ESTE TEMPLO…
Baja a este templo santo, donde hay un bosque ameno
de manzanos, y hay también altares
que exhalan incienso;
y el agua fresca canta por las ramas
de los manzanos, y a todo el lugar
dan sombra los rosales, y al temblor de las hojas
viene el sueño;
y hay un prado que nutre a los caballos
lleno de flores, y las brisas
soplan suaves…
Ven tú aquí, Afrodita,
y vierte en copas de oro, con delicadeza,
el néctar que se sirve en las fiestas de los dioses.
Traducción de Pau Sabaté
Diana y Calisto, óleo sobre lienzo, 1556-1559.
YACERÁS MUERTA…
Yacerás muerta, y de ti no quedará ningún recuerdo
en los tiempos a venir, pues no tienes tu parte
de las rosas de Pieria. Vagarás desapercibida
por la mansión de Hades, entre las sombras de los muertos.
Traducción de Pau Sabaté
El rapto de Europa, óleo sobre lienzo, 1556-1559.
ARRIBA EL TECHO
Arriba el techo,
¡himeneo!,
levantadlo, albañiles,
¡himeneo!,
que entra el novio, tan grande como Ares,
¡himeneo!,
mucho más alto que el más alto de los hombres.
Traducción de Pau Sabaté
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