La fantasía de la factoría de Hollywood, un bajo presupuesta, unos actores desubicados y los exteriores rodados en los estudios, dieron como fruto final una película que, setenta años después, continua cautivando al espectador, no importa cuántas veces la haya visto.
Ingrid Bergman y Humpbrey Bogart demuestras su carisma como actores, su poder frente a la pantalla, su “savoir faire”.
Rick (Hampbrey Bogart) se encuentra arrinconado entre el amor y la virtud, como nos dice uno de los personajes, entre hacer lo correcto o lo que su corazón desea. Al final, se impone la virtud, lo correcto, y ayuda a Ilsa (Ingrid Bergman) para que pueda escapar de Casablanca con su esposo, Laszlo (Paul Henreid). Todo esto transcurre durante la Segunda Guerra Mundial, siendo parte del argumento, además del amor y la ética, la lucha, la resistencia y los ideales.
La obra de teatro que nunca se estrenó y que fue calificada como una “tontería sofisticada”, se ha ido convirtiendo con el paso de los años en uno de los clásicos del cine americano. Formando parte de la jerga cotidiana con frases tan conocidas como «Por ti, pequeña», «Tócala, Sam» o «Siempre tendremos París».