¿Aún no has leído la primera y la segunda parte de “Tocats per la Tramuntana”? ¡Léelos primero!
Bajo una cúpula de cristal, en medio de un pueblito encantador llamado Figueres, y custodiado por figuras tan surrealistas como su creador, se encuentra enterrado el cuerpo de Salvador Dalí, genio y padre del surrealismo. En este complejo Teatro-Museo, que él mismo diseñó para dar cobijo a algunas de sus obras y joyas, se puede intentar conocer la personalidad del artista, si bien ni él mismo pudo conocerse al completo. Quizá ningún ser humano puede, y menos cuando el azote de la Tramuntana es una constante desde el origen de una vida.
Pero lo que sí se puede reseñar de este museo es que sus obsesiones salen a flote entre sus bocetos, dibujos, pinturas y otras obras creativas de diferente talante. Y la primera de ellas fue Gala. Salvador Dalí incluso llegó a firmar sus propias obras con el nombre de su mujer acompañando al suyo propio, tal era la idolatría que le profesaba a una de las personas más enigmáticas que paseó por L’alt Empurdá a mediados del siglo XX. De Gala se dice que era una mujer que respondía a las necesidades creadoras de los hombres que tuvo alrededor, primero de Paul Éluard, poeta con quien estuvo casada y al que conoció curándose la tuberculosis en un sanatorio suizo, y después de quien sería su acompañante hasta su muerte, Dalí, el señor del bigote de aquí abajo y que con su mirada de lunático también ha contribuido a la mitización de un viento que tiene el poder de convertir en locos o en genios a quien lo escucha: la tramuntana. De la intensa relación que mantuvo con Dalí también se dice que nunca llegaron a practicar el sexo, aunque sin duda el tema sexual es uno de los más recurrentes en la obra del artista. Si es verdad o no, quién sabe. Pero lo que sí sabemos es cómo nos habló de ello a través de su arte.
Dalí, un personaje controvertido donde los haya, tenía también otra obsesión a la que dedicó muchos pensamientos y derroche de creatividad en su vida, y esta era llegar a alcanzar la cuarta dimensión, es decir, la inmortalidad. ¿Quién no recuerda los relojes líquidos del artista, estirándose, deslizándose por el lienzo como si se hubieran derramado los minutos en los colores?¿No parece un poco un experimento de alquimia, tomando el lienzo como materia que convertir en elixir de vida eterna? A esa misma búsqueda probablemente también corresponde que el genio también dedicara algunas de sus obras al diálogo con Dios, del que era ferviente adorador, y que en algunas de sus construcciones más religiosas el fondo sea siempre un espejo: ¿quizá quería él también glorificar su paso por el mundo, convertirse en dios inmortal, en padre creador, y solo recibía esa imagen al reflejarse ante su obra sacra? No dudo ni un segundo que así fue. Desde luego si algo no le faltó a Dalí fue la autosuficiencia necesaria para saberse un hombre peculiar, un genio de su tiempo, que innovó hasta tal punto en la deconstrucción del arte que hoy es conocido como el padre del Surrealismo, esa época bendita en la que las reglas se vinieron abajo y se instó al hombre a profundizar en su material inconsciente y así alumbrar algo más grande que ellos mismos.
Por eso el Museo de Figueras es en sí mismo todo un canto al Surrealismo y a la vida del artista, desde el coche que condujeron Gala y él a través de los Estados Unidos hasta la construcción de la cara de Mae West en forma de apartamento, pasando por todos los bocetos y experimentos estereoscópicos que llevó a cabo y los que, por cierto, son muy curiosos y hay que saber mirar, colocando nuestra nariz frente al cristal, en el medio de los dos espejos, para que las imágenes se construyan de nuevo, una sobre otra, se mezclen, se hagan una. No hay duda de que CREAR, con mayúsculas, era lo que este señor mejor hacía y también por lo que hoy se recuerda a Dalí como uno de los más grandes genios españoles. Figueres, además, es un pueblito encantador en el que se levanta un pequeño mercado de Navidad por el fin de semana, donde se puede degustar la longaniza de la tierra y comprar troncos para el mítico juego infantil navideño del Tió, en el que desde el ocho de diciembre hasta la Nochebuena se alimenta y abriga un tronco para que, después, llene de regalos a los niños. Que estas tradiciones permanezcan vivas es toda una buena noticia
Al final la tramuntana dejó su huella en su paso por estas tierras. Y quién sabe, quizá si Dalí nunca hubiera tenido el zozobrar del viento en sus oídos, tampoco habría podido explotar su creatividad con tanta pasión y fuerza. Bendita tramuntana, hasta aquí llega nuestro romance. Y para terminar esta serie, os recomiendo un relato de Gabriel García Márquez, “Tramontana”, que habla de este fenómeno mágico, y unas últimas palabras de Dalí sobre su tierra:
“Portlligat està situat a quinze minuts de Cadaqués, a l’altre costat del cementiri. És un dels llocs més àrids minerals i planetaris de la terra. Els matins ofereixen una alegria salvatge i amarga, feroçment analítica i estructural; els vespres són morbosament trists: Les oliveres brillants i animades durant el dia, es metamorfosen en un gris immòbil, com de plom. La brisa matinal dibuixa somriures de petites onades felices a les aigües; per la tarda i sovint, com a conseqüència dels illots que fan de Portlligat una espècie de llac , l’aigua està tan tranquil·la que reflecteix els drames del cel crepuscular”.
SALVADOR DALÍ “Vida Secreta”
M.
mi propio experiemento con el Surrealismo…
¿veis al afamado presidente fundido en la imagen de Gala? A Dalí le encantaba jugar con su pintura
¡los Tiós!
14/12 Actualización de última hora: os invito a ver este video que ha creado nuestro colega y guia por el Cap de Creus Ferran sobre la Tramuntana. ¡No soy la única obsesionada jeje! Espero que os guste