El domingo empezó septiembre, tan cálido y suave como siempre, y a mi me encontró sin dormir y con una larga lista de cosas por hacer, como escribir definitivamente una novela, la que sea, leer la prensa antes del mediodía, no desaparecer tanto, ser más tranquila, comer menos helado, atreverme más.
Septiembre es la tierra de las oportunidades aunque pueda parecer lo contrario debido a que los lloros de los niños en el metro no dejan oír ni ver nada más. Odiar el colegio debería ser considerado deporte nacional, y ya sabemos que el primer día de trabajo tras las vacaciones no tendría que existir, pero septiembre no tiene nada que ver con esto; son simples cortinas de humo para distraer y no dejarte ser feliz. Recuerda además que los niños y los borrachos muy pocas veces dicen la verdad. Con el paso de los hombres he descubierto que sobrio se habla mejor y que se empieza a dejar de mentir pasados los veintitrés.
Ahora los personajes no van en busca de autor porque ya están los lectores para tirar piedras contra los escritores. Enseguida supimos que a Salinger no le iban a dejar morirse en paz y Manuel Jabois lo explicaba de forma terrible y preciosa el otro día; esa eterna manía de traicionarnos constantemente. Basta con que uno quiera desaparecer para que las biografías, los hijos, y los libros sin publicar te persigan hasta el infierno. Lo peligroso de las vidas contadas es que tienden a hacer olvidar lo importante y así ha pasado en este caso, que el gran enemigo de Holden Caulfield no es él mismo sino el único testículo que tenía su creador. A veces el olvido es mejor que la gloria.
El próximo doce de septiembre coincide con el quinto aniversario del suicidio de David Foster Wallace. Destino ha traducido la biografía que escribió D.T. Max hace justo un año, y que tiene uno de los títulos más bonitos que yo recuerdo en mucho tiempo: Todas las historias de amor son historias de fantasmas. Foster Wallace resultó ser, además de depresivo, envidioso, drogadicto, alcohólico, adicto al sexo, vulgar, un tenista mediocre, un escritor tardío y muy obsesivo. Las biografías son autopsias, y la gran mayoría de las veces, mucho más sangrientas. Si quieres saber algo, no leas.
Es empezar septiembre y todo el mundo tiene ganas de ponerse a contar su vida. Es como descubrir de repente que en tu casa ya no te escuchan y tienes que llenar rápidamente ese vacío, no vayas a caer en el peligro de empezar a escucharte a ti mismo.
Todas las historias de amor son historias de fantasmas.
Y también de sueño.