Media Columna de Jorge Morelli. (Blog de Jorge Morelli).
TODO EL PODER A LOS SISTEMAS.
Aprovecho esta pausa en la coyuntura para poner en limpio algunas observaciones sobre esa familia disfuncional que es la institucionalidad del Estado peruano.
Los sistemas, ante todo, se han puesto de moda. No hago justicia al decir eso, la verdad es que crear sistemas es la única solución para desatar el nudo gordiano de la institucionalidad del Estado, que parece un caserón republicano tugurizado y ruinoso al que se le han ido tapiando puertas y abriendo otras y cuyos planos originales ya nadie recuerda.
A la pérdida temprana del equilibrio de poderes del Estado en nuestra historia republicana –de por sí grave, no entraremos en eso ahora-, vino a sumarse la pérdida de los equilibrios internos del propio poder Ejecutivo en dos direcciones al mismo tiempo: tanto sectorialmente –la trama, digamos- por la multiplicación de los ministerios que ya llegan a la veintena, como en la urdimbre de su descentralización en el territorio. El equilibrio entre el gobierno nacional y los gobiernos regionales (y locales), mal resuelto como todos sabemos, es una división de funciones llena de superposiciones y tierras de nadie al mismo tiempo.
En este laberinto, los sistemas han aparecido como la nueva panacea y comienzan a multiplicarse por toda la administración pública. No hay entidad del Estado peruano que se respete que no elabore su propio “sistema” al centro del cual procede a colocarse sin pudor.
Los sistemas, sin embargo, no pertenecen ni a la dimensión de la trama ni a la de la urdimbre. Los sistemas son una tercera dimensión. Involucran tanto a la los sectores –la trama- como a las regiones –la urdimbre- en una estructura tridimensional que es no solo vertical y horizontal, sino que tiene profundidad. No solo largo y ancho, sino fondo.
Esta tercera dimensión abarca a aquellas instituciones que por su naturaleza son transversales a los sectores y a las regiones. La ciencia y la tecnología, por ejemplo, es transversal a los sectores que tienen que ver tanto con la autoridad política -defensa y seguridad-, como con la libertad económica –producción y distribución- y con la igualdad social –oportunidades, salud, educación, programas sociales-. Pero también con las instituciones que, en las regiones, reproducen esas mismas estructuras de una manera mecánica sin ninguna organicidad.
Tal como están las cosas, sin embargo, el poder político lo tienen los sectores y las regiones -en un conflicto insalubre-, pero no los sistemas. Los sistemas –los reales y los artificiales- están creados en el papel, pero no tienen ningún poder. La tarea es, entonces, separar primero la paja del trigo y, segundo, empoderar a los sistemas que son verdaderamente tales. Entonces estaremos hablando en serio de un Estado para el siglo XXI.
FUENTE: BLOG DE JORGE MORELLI. http://www.expreso.com.pe/blog/media-columna-122
