Pero es cierto, me debo un momento fuera de este mundo patibulario en el que el rigen bifrontes tanto la ley del más mentecato como la irregular cadencia de los intestinos. Cinco minutos aquí y veinte allá para asuntos y entremeses prohibidos en el manual de instrucciones de los adictos al meridiano de la tibieza. Benditas anormalidades, rarezas, exangües ilusiones cuyo soslayo me diezma a la par que me posterga. En este caso la responsabilidad es sólo mía, lo reconozco.
Otro tema bien distinto es que de un tiempo a esta parte, no sé cómo demonios, recala por aquí puntual gente que sabe apreciar, dejando huella además, lo que me desconcierta no poco, justo cuando yo ya me siento ajeno a cualquier solución de continuidad y/o escape, pero en fin, les agradezco la molestia y les aprecio los parabienes. Si algún día alcanzo a recucitarme o bien sobreseerme quizá sus ojos pacientes lo contemplen y en ese preciso entonces exclamarán: ¡¿pero qué coño?!
Conque a la mierda un poco todo, supongo que algunos comprenderán.
