¿Importa el día, la hora, el año? ¿Importa si me pasó a mi, o a otra persona? Creo que no. El punto no está ni siquiera en quién era el grupo o el artista que provocó que sufriera una de mis crisis más graves de neurosis y manía. Sí, no importa si esto me pasó a mí, o a una persona que me lo contó tan vívidamente que ahora puedo relatarlo como si fuera mío.
Fue en una tienda de discos que ahora ya no existe. Es lo único que recuerdo. Aunque quisiera, no puedo mencionar el nombre del grupo... porque sí sé que fue un grupo extranjero el que firmó discos esa tarde en esa tienda de música de dos plantas que ya desapareció. Y qué bueno que ya no está, porque además de que olía mal, a viejo y a mugre, fue la culpable de que casi me desmayara del coraje.
A mí me mandaron del periódico donde trabajaba a cubrir una firma de autógrafos. ¡Carajos! ¿A quién le interesa la firma de autógrafos de un grupo cuando unas horas más tarde iba a dar uno de los conciertos más esperados del año? Pero tuve que ir.
Entonces esperé, junto a los cientos de fans afuera de la tienda hasta que llegó el grupo. Gritos, empujones, desesperación de ambos lados de la valla. De un lado los seguidores tratando de entrar a huevo al local y los miembros de seguridad tanto de la tienda como del grupo, tratando de evitarlo.
Yo, novato, inocente y estúpido, en medio de todo, tratando de asimilarlo no sólo para escribir la nota, sino para explicarme a mí mismo por qué había aceptado este trabajo.
Localicé, entre el cúmulo de gente, a una chava que supuse era de los organizadores. Lo supe porque porque daba órdenes tratando de calmar a la gente, y al mismo tiempo organizaba la venta de discos. Le dije que me dejara pasar. Bueno, no se lo dije así nada más. Se lo exigí, como si fuera un derecho que se me hubiera dado por decreto divino, por gracia de una autoridad superior a mí pero sobre todo muy por encima de ella. Dije el nombre del periódico como quien dice una palabra tabú ante la cual todo el mundo debe ceder sin preguntar nada. Su respuesta fue "a ver tu credencial". Monté en cólera.
Fue como prenderme un cuete en el trasero, o darme una cachetada con el revés de la mano. Sentí mi corazón latir como si corriera los 100 metros planos, las fosas nasales se me inflamaron, mi respiración se agitó tanto que por un momento sentí que el piso se movía bajo mis pies.
Le grité que no iba a enseñarle nada, que me dejara entrar porque estaba entorpeciendo mi trabajo. Supongo que el volumen de mi voz se elevó demasiado. También creo que mi mirada fue lo suficientemente agresiva como para hacer que pidiera apoyo de seguridad. Sentía que la sangre me hervía, quería someterla con la mirada. Dos sujetos se pusieron frente a mi para impedirme el ingreso.
Ella se fue, pero llegó otro sujeto, que al parecer era el de mayor jerarquía en el lugar, o el encargado de prensa. Se acercó para preguntarme que quería. Entonces le exigí que me dejara pasar, que yo tenía que estar del otro lado de la valla porque era de prensa. "¿Quiés es tu jefe?", preguntó mientras mostraba las palmas de sus manos, en un gesto que intentaba calmarme. Espeté el nombre de mi poderosa editora, uno de esos nombres que de sólo escucharlo hace temblar a quien lo escuche. La orden fue inmediata: "Déjenlo pasar". Los dos monos de seguridad se convirtieron en mi guardia personal.
Dentro de la tienda pude moverme con cierta libertad, aunque no me permitieron acercarme al mentado grupo para entrevistarlo.Ya calmado el pequeño tornado que había formado, la chica a la que le había gritado se acercó y me dijo: ¿En serio vienes del periódico?, no te creo". La miré altanero, orgulloso, soberbio y respondí: "¿por qué, porque no me visto como los demás, porque no hablo como ellos, porqué no soy buena onda?" Creo que se rió y se fue. Supongo que pensó lo que ahora pienso yo: "este loco ridículo no vale la pena".
No recuerdo bien qué pasó después. Pero sí sé que ese lapsus de histeria en el que me hiperventilé y casi provoca que me sometan, valió un pie de foto en el periódico del día siguiente. Yo escribí una nota de tres mil caracteres y todo quedó resumido por el editor en una línea debajo de la foto del puto grupo firmando discos minutos antes del concierto al que, por cierto, no me enviaron.