Esta pastillita es la indiscutible protagonista de la linea argumental de Sin Límites, una película dirigida por Neil Burger (sí, Burger de Burger) que se estrenó en nuestro país el pasado abril y que nos trae a Eddie Morra un escritor frustrado que sufre un bloqueo crónico, al que su novia le deja y que se pasea con aires de vagabundo por la ciudad. Su vida, sin embargo, cambia cuando un viejo conocidocasifamiliar le da a conocer el NZT, un medicamento medio droga que le permite aprovechar su potencial al completo. Con cada impulso nervios
He aquí una película cienciaficcionana que sorprende. Al ingrediente fantástico y utópico se le añade, a su vez, una pizca del gusanillo que le da a pensar al público lo que haría con un alijo pequeñito de NZT. Sin embargo, cuando la cosa se pone fea, el público ya no desea ser Bradley Cooper (que está brillante), sino seguir usando su capacidad cerebral al 20% y mantener su vida a salvo. Como ingrediente final un reparto lleno de estrellas, una historia de amor aderezada con un poquito de interés y acción trepidante suministrada en pequeñas dosis para que a uno le dé tiempo a asimilar todo lo que está pasando. Sorprendente, rápida, muy ágil y con una estética muy llamativa, Sin Límites es una película que recomendaría para pasar una tarde de estas calurosas en el sofá de casa.
Eso sí, tengo dos cosas en contra. La primera: a Robert DeNiro casi ni se le ve. Sí, sé que el protagonista es Cooper, pero ya que Robert DeNiro está, que potencien su papel y su presencia al máximo porque, ¿es o no es un actorazo como la copa de un pino? (sin menospreciar a Bradley que ya he dicho que está brillante). La segunda: el final. Un final muy desinflado para una película que te va inflando poco a poco, a la espera de un final de chapó. El punto más álgido de esta película está unas escenas antes, lo que hace que el final sea insípido y flojo y que desluzca mucho el resultado global.
Nota final: 7/10