Revista Diario

Todos los cuentos, de Clarice Lispector (III)

Publicado el 25 junio 2024 por Jimmy Fdz
Todos los cuentos, de Clarice Lispector (III) 

Ok, tercera entrega de los cuentos de Clarice Lispector. No les voy a mentir, el cansancio ya comienza a apoderarse de mí, y eso que hay cuentos bastante buenos, pero no lo sé, hay algo que no termina de engancharme con estas historias. Debe ser... bueno, ya hablaremos de eso.

Todos los cuentos, de Clarice Lispector (III)

Es curioso, sacando cuentas, me gustaron bastante de los cuentos que se ven indicados en la fotito. Pero es que Lispector parece que se halla en una dicotomía bien grande: escribir cuentos en un estilo más ameno (pero no por ello simple o simplón), legible en su contenido, o lanzarse en una escritura innecesariamente sinuosa, hermética (en  todo su amplio sentido), etérea, demasiado inconcreta y amorfa para su propio bien. Si no puedo imaginarme lo que acontece, si no puedo figurarme la reflexiones, ¿entonces qué demonios estoy haciendo leyendo esto? Esta dicotomía ya quedaba patente en Lazos de familia, pero en esta sección Legión extranjera + Fondo de cajón el asunto se intensifica, dando como resultado un estilo que devora, negativamente, lo que, supuestamente, pretende transmitir. Tomemos por ejemplo El huevo y las gallinas. La mayor parte de ese cuento no es más que un conjunto de frases y aforismos ilógicos que, ya por el final, luego de un extenuante mar de palabras sin ton ni son, parece llegar a algo sustancial: que la vida está predeterminada en su totalidad y que incluso las reflexiones y crisis existenciales son parte del gran diseño de la obediente vida, lo cual es bastante interesante, pero ¿para qué ese farragoso continuum de sinsentidos previos? Todo Fondo de cajón es lo mismo: La pecadora quemada y los ángeles armoniosos es una obra de teatro sobre una mujer infiel y el circo que hacen por juicio para castigarla, todo con esa imaginería religiosa de Lispector, que con un estilo nuevamente excesivo pareciera querer disfrazar lo simple del conjunto, argumental y sustancialmente, como si por usar palabras altisonantes y grandilocuentes el contenido fuera más inteligente e interesante. Según el libro, Mineirito es una obra periodística, pero está incluido porque el estilo lo acerca a sus cuentos, y yo pensaba, ¿cómo demonios se escribe así una obra periodística?, no sólo por ser tan subjetiva (defender a un criminal) sino que también porque nadie va a entender las razones, planteadas y escritas como si estuviera hablando de asunto esotéricos en lugar de las fechorías de un monstruito. Los otros dos cuentos de Fondo de cajón van por las mismas: como si en vez de escribir algo pulido y concreto la autora quisiera abrazar ese carácter de borrador, azaroso e ininteligible (como ya intuía en mis sospechas de Devaneos... en Lazos de familia), para más inri escrito como si se mordiera la cola, cansinamente recursivo... El mensaje, Los obedientes y Repartición de los panes caen en lo mismo: convertir algo peregrino (como una reunión de amigos en Repartición...) o algo especial (una amistad en El mensaje) en una experiencia cuasi religiosa, y para qué, si termina sepultando con el cómo el aparente valor de lo que cuenta, pues eran cuentos que comenzaban bastante bien la verdad.

Es una lástima porque los demás cuentos son un verdadero gusto de lectura. Están los más cortos, bien efectivos y entretenidos (Monos: sobre tener macacos de mascota; Tentación: sobre una niña pelirroja y un perro que están destinados a estar juntos; La solución: sobre dos amigas aparentemente distintas entre sí cuya amistad llega a un tenso punto cúlmine; La quinta historia: sobre cómo contar algo simple cinco veces, un delicioso juego de perspectivas e imaginación; Una amistad sincera: sobre dos amigos que son tan buenos amigos que no pueden estar juntos), que cuentan lo que quieren contar sin prescindir de inteligentes metáforas y ese estilo naturalmente elegante y sobrio de Lispector cuando no le da por enredarse en esa escritura fantasmagórica. Y están los más largos (Los desastres de Sofia: sobre una niña enamorada de su profesor; Viaje a Petrópolis: sobre una ancianita que es una molestia para un par de familias; Evolución de una miopía: sobre un muchacho que va a pasar un día al cuidado de su prima, y sus preparaciones para que todo vaya bien; La legión extranjera: sobre una mujer y su singular relación con la engreída hija de unos engreídos vecinos) que tienen lo mejor de la escritura de Lispector: una buena construcción de personajes, de construcciones interiores y cotidianas, retratando conflictos personales que van desde la ensoñación versus la cruel realidad, hasta los conflictos que surgen en el día a día por los más diversos motivos: la mezquindad de las personas, la dureza del medio en que vivimos, etc.

Es curioso porque los cuento que me gustaron exceden en número a los que no, pero la lectura de esos cuentos es tan agotadora y frustrante que, no lo sé, hacen de las buenas lecturas algo anecdótico y menor: es mayor el agotamiento que la fluidez de los buenos cuentos. Esta sección fue publicada a mediados de los '60, y como Lazos de familia fue publicado a fines de los cincuenta/principios de los sesenta, yo creo que por ahí va esa ambivalencia, esa dicotomía en la escritura de Lispector, como ella estuviera en conflicto con su literatura y no le bastara con algo más terrenal pero sofisticado. Eso comenzaría a cambiar, más o menos, con los cuentos por venir...

Todos los cuentos, de Clarice Lispector (III)

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