En la llanura que se extiende por el distrito Centro-Norte de Toledo, situado extramuros de la ciudad y ceñido por el río Tajo, se ubican colegios, institutos, escuelas universitarias, parques, hoteles y urbanizaciones.
El vaivén diario que fluye por sus calles contrasta radicalmente con el silencio inerte propio del subsuelo, donde se esconde un cementerio «enorme» e «impresionante», según lo ha definido el arqueólogo toledano Arturo Ruiz Taboada, profesor del Centro de Estudios Internacionales de la Fundación Ortega-Marañón, en Madrid.
Arturo Ruiz explica a Historia National Geographic que en la zona hay cementerios romanos, visigodos, cristianos, musulmanes y judíos, en algunos de los cuales ha excavado en los últimos años, pero que no interesa remover la tierra porque «los muertos son muy difíciles de gestionar y, además, a nadie le gusta saber que vive sobre un cementerio».
En 2008, el Instituto de Educación Secundaria Azarquiel emprendió un proyecto de ampliación del aulario en una zona ajardinada del mismo centro. «En Toledo es obligatorio realizar un estudio arqueológico previo antes de acometer una urbanización o una ampliación urbana», aclara Arturo Ruiz Taboada. «Durante el verano hicimos un sondeo estratigráfico y en septiembre comenzamos la excavación arqueológica», añade.
Una nota en La Tribuna de Toledo, un periódico local, comentaba que los alumnos que iniciasen el curso en septiembre iban a encontrarse con una sorpresa: unas tumbas judías que habían aparecido durante la ampliación de las aulas. El rumor se extendió como un reguero de pólvora y desencadenó un revuelo sin precedentes. «La comunidad judía se presentó al día siguiente pidiendo explicaciones.
«Las autoridades españolas llegaron a una entente con la Federación de Comunidades Judías de España para poder estudiar algunos de los restos y a continuación volverlos a enterrar. En 2009, una vez finalizadas las excavaciones, tuve que entregar el material inmediatamente», lamenta. Casos similares ocurrieron en las necrópolis judías de Barcelona, Lucena (Córdoba) y, más recientemente, en Ávila. Las excavaciones arqueológicas encolerizaron al sector más ortodoxo de la comunidad judía.
En su libro La vida futura es para los devotos, que presentó el pasado 6 de mayo, Arturo Ruiz Taboada da a conocer los resultados de las excavaciones arqueológicas efectuadas en 2008 y 2009 en el cementerio judío de Toledo, en el Cerro de la Horca, y aporta nuevos datos al estudio del mundo funerario en el Toledo medieval. «El problema que ha tenido siempre Toledo ha consistido en diferenciar los distintos espacios cementeriales que hay en el exterior de la ciudad. Podemos estar paseando por la ciudad y lo más probable es que estemos pisando tumbas. En este libro he individualizado cada uno de los cementerios y los he ubicado en sus barrios, con unos límites aproximados», comenta.
Toledo fue, durante buena parte de la Edad Media, un paradigma de convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos. El Parque de las Tres Culturas de Toledo, situado precisamente en el distrito Norte y que probablemente esconde un sinfín de tumbas, hace referencia a esta convivencia, tan frágil hoy en día, entre estas tres comunidades. En 1492, con la expulsión de los judíos no conversos por parte de los Reyes Católicos, las lápidas funerarias con inscripciones en hebreo que señalaban el lugar de enterramiento fueron retiradas y reutilizadas en la construcción de edificios; algunas continúan empotradas en los muros de las casas o en los dinteles de portales. El Museo Sefardí de Toledo también conserva algunas de estas lápidas. «A partir de este momento se pierde la memoria visual de los límites superficiales de los distintos cementerios. El terreno se reaprovecha como zona de huertos o campos de cultivo. La llanura norte empieza a expandirse urbanísticamente a mediados del siglo XX», señala Arturo Ruiz Taboada.
No había rastro de corpus epigráfico hebreo y el ajuar funerario asociado a las tumbas era exiguo, por no decir nulo. Solamente aparecieron tres objetos relacionados con tres tumbas distintas: una moneda de Alfonso VII, un anillo con un dibujo estrellado y un pendiente de plata. «La mala suerte por no haber hallado corpus epigráfico se contrarrestó con la buena suerte por haber hallado una moneda de Alfonso VII. Fue como si me hubiera tocado la lotería. No nos permitieron realizar la datación por radiocarbono ni por luminiscencia, pero no fue necesario... La moneda, fechada a mediados del siglo XII, aunque por su coloración probablemente fue utilizada en el siglo XIII, describía un cementerio toledano en una época de máximo esplendor judío», afirma.
Los restos del cementerio judío de Toledo descansan otra vez en paz a varios metros bajo tierra. La excavación arqueológica ha revelado el lugar destacado que ocupaba esta comunidad en la ciudad medieval de Toledo, la de las tres culturas. El subsuelo todavía esconde muchas misterios que son testimonio de una época de grandes cambios. «Hay que elaborar un proyecto en el que se establezcan límites geográficos exactos para disponer de una especie de mapa de riesgo, pero es un proyecto que todavía está en preparación... y no sabemos qué hacer ante la imposibilidad de excavar», concluye Arturo Ruiz Taboada.
Fuente: http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/actualidad/8413/toledo_esconde_enorme_cementerio.html?_page=2