-¿Querés que te recuerde cómo llegaste hasta acá?- Me preguntó ella ayer.
De pronto se me vinieron a la cabeza los meses de ciclo lectivo, donde ir a la escuela era mi mayor refugio. Por eso, hoy de grande, aún espero marzo con ansias. Es el mes en el que empiezan las clases, y puedo ir a la escuela. A tomar la leche, a estar con mis compañeros, a decirle a Fernando mi compañero de banco que me gusta, -sí, de chica siempre fui de tomar la iniciativa-.
Luego recordé los feriados, los domingos, los días de verano sin pileta, las fiestas: días extensos, hartantes, angustiantes, rondando en una cocina que no me pertenecía, sin utensilios, ni pan con manteca, sin nesquik, sólo mate cocido con leche. Dios sabe que odio el mate cocido con leche.
Así llegué hasta acá, sin mirar atrás.
Todo eso pensaba mientras ella esperaba una respuesta. Otra.
Entonces la miré y le dije:
– Llegué hasta acá, porque dejé mi orgullo enterrado en un lugar donde nunca dará frutos, y fui a decirle al dueño de la cocina más alucinante que conozco, la que tiene pan con manteca, nesquik y dulce de leche del bueno, que lo quiero, mirándolo a los ojos y sin parpadear.
Así llegué hasta acá. Tomando la posta.
Patricia Lohin
Foto: © Saul Leiter
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