Tombuctú

Escritor: Paul Auster
Novela ambientada en EEUU, en los años 90. Los protagonistas son «dos maduritos»: Willy, un hombre de 44 años; y Mr. Bones, un perro tirando a chucho de 7 años.
Desde que el perro Mr. Bones tiene uso de razón ha ido siempre deambulando, tras la decisión de su amo Willy de dedicarse al vagabundeo. Al principio de forma discontinua y al final ya de forma indefinida. Se entienden bien estos dos.
Mr. Bones sabe escuchar y le gusta dormir apoyando su cabecita en el muslo de este poeta loco, impulsivo y contradictorio que a veces «era uno entre un millón»: «Mejorar este mundo. Es lo que siempre he deseado. Llevar un poco de belleza a los grises y monótonos rincones del alma»
Si para todos nosotros, Tombuctú es la mítica ciudad africana de tiempos de León el Africano, para ellos dos es algo distinto: Es el lugar dulce y tranquilo al que se va tras la muerte. Admito que lo del vagabundeo y lo de la elección de esta ciudad como localización del más allá es lo que me hizo decidir leer este libro.
Llega un momento, en que Willy finalmente se va a Tombuctú. Nadie es eterno. Ahora Mr. Bones se convertirá en vagabundo de verdad, antes no lo era, aunque sí lo fuera Willy.
La fortaleza de Mr. Bones, de alguna forma estará en esa «existencia» de Tombuctú. Allí, en sueños se reunían y hablaban. Me gusta pensar que se reunían en Tombuctú.
Conocerá otros amos, y con ellos otras Américas, como «la Norteamérica de los dos garajes, de los préstamos para la renovación de la casa y de las galerías comerciales neorrenacentistas…..»
Del libro, he seleccionado este párrafo que a mí especialmente me gusta:
Habla el perro: «Era la primera vez que entendía que la memoria es un lugar. Un sitio de verdad al que se podía ir, y que pasar un momento entre los muertos no era necesariamente malo, que podía ser sin embargo una fuente de gran consuelo y felicidad»
La forma de contar el final es preciosa. Ya me gustaría poder poner esos dos párrafos del final ...