Tarde de verano, tarde de paseo tarde de chiringos. El Arbeyal, a rebosar. Hay expectación. No es para menos. Se rumorea que Toni Romano anda por el festival, que diría Paco Ignacio Taibo II. El personal de organización se lanza a la calle, entre chiringos, top mantas, puestos de libros y bares. ‘Hay que localizar a Toni Romano en el recinto’, es la consigna que se da. Pero nada, no aparece. Los ilustrados llegan en el AVE urbano. La tarde se presenta tranquila. Es la última. Mañana, despedida y cierre. Todo el mundo se hace la misma pregunta: ‘¿Es verdad que Toni Romano está aquí?’. Nadie confirma. Nadie desmiente. Fotógrafos y demás medios, atentos. Son las seis de la tarde. Terminó el último sanedrín. Hoy hablaron de los narradores de cómic.
El personal se agolpa en la carpa de encuentros. Y toman posiciones. No sé sabe muy bien para qué, pero se sitúan estratégicamente. Algo va a suceder pero da igual lo que sea. Se ven todas las caras; perdón, casi todas. Algún que otro ilustre penitente abrazado a su aureola clasista no está, y, en el fondo, ni se le espera. Tampoco se le echa de menos. No pasa nada. Uno menos. Una silla vacía para ocuparla por un lector de cualquier club de lectura.
De repente, como si tal cosa. Toni Romanos aparece por allí. Camisa blanca, pantalón oscuro, y sandalias son sus enseres. En una mano, un pitillo. En la otra, ‘un pelotazo’. Le acompaña el jefe de la guardia pretoriana. Abrazos, besamanos y saludos. Él no se mueve de su lugar favorito: de la barra. PIT II, desde la tribuna de oradores, le llama al orden y le reclama. Se hace el sueco, precisamente el sueco. Se le vuelve a amonestar. Esta vez, su amigo, el director, el jefe, le reclama con firmeza. Con ambas manos ocupadas, va hacía él. Se sienta a su izquierda. Comienza la sesión.
Empiezan a hablar de novela negra, de la Semana Negra. Pero paran el reloj y lo retroceden atrás unos treinta o treinta y tantos años: comienzan a recrear viejas historias de Moscú, de México. También de la España postfranquista, y de la irrupción de la novela negra en España. Obligada referencia a ‘Manolo’ Vázquez Montalbán y a Andreu Martin. ¡Qué monstruos!
La conversación discurre por los cauces que debe discurrir: viejas historias, literatura negra, periodismo, chismorreos y anecdotario del Madrid ‘okupado’, y de la España franquista también. ¡Y cómo no, del Madrid de Toni Romano, especialmente de su Malasaña del alma! La complicidad entre ambos rebosa por otros los poros. El publico, entregado. Apenas se habla del propio Romano. ¡Cuántos años juntos, cuántas experiencias compartidas, cuánta amistad… cuánta literatura de verdad!
El tiempo pasa rápido. Acaba el debate. Todos nos quedamos con cara de ‘querer más’, pero no puede ser. El máximo exponente de la novela negra en España tiene que atender a su público. La programación debe seguir.
Toni Romano se dirige a la mesa para firmar sus libros. No puede avanzar. El público le para, le saluda, le pide autógrafos. Al final, logra su objetivo. Se sienta y empieza a saludar al público que aguardaba impaciente. El director permanece atento a sus movimientos, mientras conversa con un periodista.
De repente, con camisa blanca y pantalón oscuro aparece Juan Madrid. Como es preceptivo, cigarro en mano. Se dirige directamente a la mesa en la que se encuentra ubicado Toni Romano. Éste levanta la vista y al ver al recién llegado, se incorpora y le abraza:
-¡Juan, ya tenía ganas de verte por aquí! -exclama
El director, que presencia la escena, se vuelve y masculla entre dientes. Ilegible su comentario, pero imaginable. Lo aseguro.
Toni Romano se diluye entre el público. No se le vuelve a ver en toda la tarde.
Es Juan Madrid quién toma su asiento. Es Juan Madrid el que recibe el calor del público y de sus compañeros de profesión. También de los medios gráficos.
No cabe ninguna duda. Era Juan Madrid. Era el claro exponente de la novela policiaca. Uno de los escritores mejor considerados por la crítica.
Hoy mereció la pena. PIT II y Juan Madrid se abrazan mientras comparten confidencias.
Mañana entonaremos ‘el pobre de mí’. Será por la mañana. Yo estaré allí. Yo lo contaré.