Revista Diario

Torero

Publicado el 27 enero 2010 por Dinobat
Corría el año '91 y yo para variar no sabía que hacer con mi vida, me senté en mi ventana y pensé "que puedo hacer yo con esta existencia sin destino que llevo yo?, de inmediato me vino a la mente una idea que no podía rechazar. Durante la cena con mis padres y hermanos presentes, les pedí me prestaran atención por unos minutos pues tenía un importante anuncio que hacer. Querida familia dije, me voy mañana a vivir a Maracay, mi Papá me interrumpió y dijo "y que carajo vas a hacer tu en Maracay?, de inmediato contesté "pues me voy a meter a torero, así mismo como lo escuchan, quiero ser torero."
Mi Mamá que había lidiado con todas mis locuras a lo largo de los años simplemente se limitó a bajar la mirada y alcancé a escuchar cuando dijo "que Dios proteja a este loquito que procreé". Mi Papá dijo "pero tu estás loco o te brinca la tiroides?, torero???????, no me jodas yo no te voy a dar ni un centavo para alcahuetear esa desaforada idea, torero?, hay que ver las cosas que yo he escuchado de ti Policarpio y se levantó de la mesa, mi hermano del medio se cagaba de la risa mientras el menor se tiró en el piso y comenzó a fingir que era un toro para que lo toreara, yo con delicadeza agarré un paño de cocina y jugué con él por un rato para luego irme a dormir.
A la mañana siguiente muy temprano me levanté y me despedí de mi familia, mi Papá molesto ni se despidió, mi Mamá me dio unos churupos para el primer mes y mis hermanos todavía cagados de la risa me desearon suerte. A las 8:15 estaba montado en un autobús camino hacia Maracay, una vez llegado a la ciudad jardín me desplacé hacia la Escuela de Tauromaquia Morenito de Maracay en donde fui muy bien recibido por los allí presentes, me mostraron las instalaciones y me dijeron "pues bien Policarpio este va a ser tu hogar durante los próximos dos años."
Confieso que no fue fácil, estar alejado de mi casa, entre extraños y sin mucho dinero en el bolsillo pero poco a poco le fui agarrando el gustico a la cosa y cada día me emocionaba más. Empecé con becerros y de ahí pasé a novillos, no sabía como carajo pero al parecer tenía una capacidad innata para esto de enfrentarse a bestias de más de 800 kilos. En la Escuela de Toros me permitieron trabajar con los animales para pagarme el sustento y la verdad creo que poco a poco me encariñé con aquellos animalejos que en realidad no tenían la culpa de ser llevados al ruedo para luego ser sacrificados como parte del ritual taurino.
Finalmente llegó el día de la "Alternativa" que no es más que la ceremonia en la cual un novillero pasa a ser matador de toros. Logré que mis padres y mis hermanos se presentaran en el Nuevo Circo que reabría sus puertas para la corrida. Adentro estaba yo un tanto nervioso vistiéndome con el Traje de Luces que me quedaba estrecho y me cortaba la circulación, la verdad que esa vaina con hilo de oro y lentejuelas es más fea que pegarle a su propia madre el día de su cumpleaños, finalmente y ya vestido procedí a entrar a la capilla a rezar y esperé el momento de salir al ruedo.
Con el capote y la muleta en mano me paré en el centro del ruedo, solo que no llevaba la Montera que no es más que ese sombrerito negro patético que utilizan los toreros, salí al ruedo con mi gorra de los Medias Rojas de Boston para el asombro de todos los presentes. Los integrantes de mi cuadrilla no sabían si reírse o llorar y los jueces atónitos me miraban con ganas de lincharme. Procedí a dedicar la corrida a una noviecita que había dejado en Caracas dos años antes y le tiré mi gorra de los Medias Rojas la cual atajó con mucha gracia.
Así comenzó la faena y "Mondragón" el toro que me tocaba salió corriendo hacia el ruedo, confieso que cuando ví a semejante animalejo enfrente mío me provocó salir corriendo pero mantuve la compostura y me dediqué a torearlo con muletazos a diestra y siniestra. Después que los Picadores habían herido al pobre animalejo y yo había fallado poniéndole las banderillas llegó la hora de matar a "Mondragón". Con mucha cautela saqué el "estoque" o simplemente la espada y me dirigí hacia el toro herido, cual atleta que lanza una jabalina solté la espada para enterrársela al juez en una bola ante la mirada sorprendida de todos los presentes, al mismo tiempo la banda comenzó a tocar pasodobles mientras unos amigos sentados en las graderías prendían fuegos artificiales para causar caos y confusión.
Me acerqué al burladero y desde ahí le grité al juez "te gusta guevón que te metan una espada pa' joderte? y con la misma y aprovechando el desastre que había en la plaza arranqué a correr perdiéndome en las calles del Centro de Caracas, perdiéndome como siempre, escondiéndome de aquello que era simplemente una realidad.
Al día siguiente los periódicos reseñaban la noticia en primera plana, Meridiano decía "El Juez recibe estocada en un testículo", El Universal comentaba "Torero loco ataca a juez desprevenido", El Nacional titulaba "Se cree que torero pertenece a Greenpeace, por su parte el Juez estable pero con un testículo menos".
Yo simplemente leía y reía, de todas formas en la Joda Nacional todo se olvidaría en cuestión de días y yo podría salir de la clandestinidad…

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