Qué facilidad tienes para cambiar mi humor,
Tormenta,
qué fácil te resulta transformar mi risa en tristeza.
Me enredé, Tormenta, entre tu cintura,
até mis ganas y cabalgué en ti solo un momento.
Llegó él a tu cabeza y no llamó, tú lo trajiste.
No gritó mi nombre, no, tú gritaste el suyo,
en medio del éxtasis y del gozo.
Me pides que te nombre, y yo lo hago,
me dices que no te gusta el nombre que te he puesto
pero, ¿qué quieres que haga si eres la Tormenta
que me da vida?
Busco otro, ese tampoco y otro más y otro y otro...
Y sigues insistiendo en que te nombre
pero me agotas y no quiero pensar, estoy cansada.
Y así una vez, y otra y otra.
Hasta que, Tormenta, por fin te nombro.
Borrador de sonrisas, te rebautizo
y tú coges mi piel, mis entrañas, tiras de mi pelo,
te bebes mi risa, mi llanto,
tomas mi desnudez, tomas mis piernas,
mi rubor, mis ganas, mis no ganas,
mis vientos, mis tempestades,
el agua que bebo y que me sacia,
la dulce miel que me delata,
esa que está en ti, que me llena, y que me mata.
¿Por qué no lo sabes? ¿Por qué no me piensas tan solo
y te dejas llevar por lo que somos?
¿Qué no entiendes, Tormenta Borradora de Sonrisas?
"No, llámame de otro modo pues yo te adoro."
Y yo te contesto:
"Te adoraba yo aun sin saberlo.
No me dejes, no, no me dejes,
no me dañes, comprende...
Que ahora tú eres mi agua cristalina,
que todos los días te bebo.
Si quieres que te nombre de otro modo,
deja de reprocharme, recuerda quién eres y olvida..."
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