Tradiciones curiosas de mi familia: compartiendo las navidades

Publicado el 20 diciembre 2010 por Valedeoro @valedeoro

Vengo de una familia muy numerosa. En la comida era normal que la mesa grande del comedor diera lugar a seis, siete o más personas. Con seis hijos, a mis padres no les importaba mucho que trajéramos amigos de la escuela o del barrio para comer juntos. Siempre decían que donde comen ocho, también comen diez. Y si alguien se queda con hambre siempre hay pan casero a disposición.

En mi región es habitual que la cena de navidad se celebre en la noche buena, solamente con la familia más cercana, después de haber asistido a la misa de Navidad. En la cena se pone un cubierto extra en la mesa, simbolizando la bienvenida a Jesús. Pero como era tan habitual tener invitados a la hora de comer, se nos hacía raro que justo en la noche buena este lugar fuera vacío. Me acuerdo que mi hermano durante tres años se quejó que Jesús no aparecía (que mala educación).

Y entonces mi madre se cansó. Parecía un año normal. Fuimos a la iglesia para ver la obra de Navidad. El pastor pronunció un sermón solemne sobre la importancia de la hospitalidad y del compartir. Que la navidad es un momento para recordar de las personas menos afortunadas que nosotros. Rezamos juntos. El pastor dio la bendición. Las personas se levantaron. Y mi madre se montó en su silla y gritó: “Esperad!”
Nosotros nos queríamos esconder abajo de nuestras sillas. Mi padre se quedó con la boca abierta. El pastor (que conoce muy bien nuestra familia) sonrió. Y dijo mi madre: “En nuestra casa hay un plato extra para la cena de Navidad. Habrá fondue de carne. Pero es muy aburrido hacerlo solamente con las personas que vemos todos los días. Así que si alguien aquí no tiene con quién pasar la navidad, entonces que venga con nosotros para compartir la nuestra.”

Desde ese año, mi madre extiende esta invitación cada noche buena. Algunas veces no vino nadie, pero las otras veces conocimos personas maravillosas. Aquél Señor de 82 años, cuyos hijos están en otro continente. Aquella madre soltera con su hija de 7 años que había estado aterrorizada de esta primera navidad sin el padre de su hija. Aquel hombre de edad indefinida que había entrado en la iglesia porque era calentito. Aquél joven que iba a pasar la navidad con la familia de su novia, pero habían discutido la noche anterior y no tenía valor de decírselo a sus propios padres. Y aquella señora que hablaba más que todos nosotros juntos.

Navidad es tiempo de compartir. Puedes compartir regalos entre amigos y familiares. Puedes hacer donaciones. Pero también puedes compartir tu tiempo, tu espacio, tu atención. En cambio te quedarás con historias, con experiencias, y con recuerdos. Lo bueno es que estos no ocupan espacio ni pueden acumular polvo. Y siempre tendrás algo para contar.

¿Qué te parece la idea de compartir esta cena con alguien que no conoces?

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Foto: Patrick / flickr

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