Tragedy

Publicado el 13 agosto 2018 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970
© Birka Wiedmaier

Metiste el dedo ahí donde tengo cosquillas, ahí donde duele, ahí donde soy feliz, ahí donde me siento insegura, ahí donde me enciendo.

Apretaste el botón desestabilizador de sentimientos, me inyectaste adrenalina, se encendieron las luces todas y empezaron a sonar mil estaciones de radio en frecuencia alterada: todas al mismo tiempo.

Una tragedia.

Recién acabo de leer por ahí que esta semana tengo que estar en silencio para escuchar a mi intuición. A la mierda con el silencio. Estoy más perdida que un satélite ruso fuera de órbita.

¡Mirá si no tenía disponibilidad de días libres para dejar de pensarte! Te fuiste y me dejaste una licencia con goce de sueldo, y con libertad horaria para no seguirte el vuelo. Mi pasaje estaba abierto, yo sólo tenía que ponerle el destino, usar la fucking tarjeta de crédito y gastarme todo a cuenta.

Que la vida me demande -digo- las veces que no viví, que no gasté y que no pagué.

Cuando nos volvamos a encontrar no te podré decir que no estuve, que me fui,  que no escribí sobre vos, que no aluciné, balbuceé, añoré, desfallecí o enloquecí.

Lo verás todo en mis cejas desalineadas, en mis antenas torcidas, en las pupilas dilatadas, en la respiración disonante.

Lo notarás en mi cara de mamarracho extraviado, y en mi voz escondiéndose detrás de varios carraspeos.

Y en algún hueco sonoro -cuando dejés de hablar de vos y de tus cosas, casi al amanecer del próximo año- sonaré yo diciendo la verdad, la verdad sobre mí.

Una serie de hechos con demasiados puntos suspensivos, que me hace vivir de esta manera incongruente mientras sigo escribiendo incoherencias de manera desenfrenada.

Pienso querido, que esa verdad rebotará contra la pared, como esas pelotas de goma ordinarias con las que jugábamos de chicos, las que se iban desgranando con el uso.

Sé tu respuesta, de antemano. Un boomerang con superpoderes difíciles de digerir. La verdad sigue  sigue siendo el regalo que ofrecen los dioses sin altares: nosotros los mortales.

Pienso que más que una pelota de goma o un boomerang,  nuestras verdades remotas sean una bomba de protones, neutrones, o una biológica conteniendo la bacteria de la peste bubónica… qué se yo de las armas de destrucción masivas; si acá la única bomba está dentro mío, y es este corazón a punto de estallar.

Está lloviendo y me declaro en estado de dramatismo existencial pedorro.

Patricia Lohin