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Trágico, solitario y Final

Publicado el 05 octubre 2015 por Pablogiordano
Trágico, solitario y Final

Recientemente editada en nuestro país, “Moravia” es la carta de presentación en 2014 de este escritor argentino radicado en España, Marcelo Luján. A golpe de esfuerzo y constancia narrativa, ha sabido ganarse un lugar en el mercado de la novela negra en castellano.

   El mal es complejo. Para Marcelo Luján se trata de un elemento inherente al ser humano, como uno de los grandes motores que está de un modo tácito por encima del amor y del poder, y por encima incluso del dinero. A propósito del carácter de la obra del argentino, en cada entrevista se ve obligado a definir ese polo. “El ser humano es el mal en sí mismo y allí donde vaya, donde interactúe, probablemente exista. Me atrae mucho la idea de que la familia, como primera institución, sea el origen de esa malicia. Vivimos en una sociedad bruta, desquiciada y absurda, todo lo que tenga que ver con el mal, con el daño, con la desgracia y el dolor del prójimo, nos atrae incondicionalmente”.
   Luján tiene 41 años y desde 2001 vive en Madrid. Allí pulió un nombre de prestigio sobre todo en el género negro. Se llevó los premios Santa Cruz de Tenerife en 2003, Ciudad de Alcalá de Narrativa en 2006, Kutxa Ciudad de San Sebastián de Cuento en Castellano en 2007 y Ciudad deGetafe de Novela Negra en 2009. Acaba de publicar Pequeños pies ingleses, una reunión de relatos que aún no llegó al país ni logró acallar los ecos de Moravia, editada hace unos meses en el país, que siguen resonando e inquietando lectores por su brutalidad repentina. Juega con el realismo mágico pero sale disparando hacia el sucio; coquetea con los vapores del primer mundo pero se acuesta en el polvo de los pueblos muertos argentinos, hay terror pero será metabolizado como un policial, que a la vez imita a ciertas sentencias simbolistas de la moral. De todo un poco y mucho más se puede encontrar en solo 130 páginas.
   Moravia transcurre la Argentina de 1950 floreciente de peronismo. Juan Kosic, un reconocido bandoneonista regresa a su pueblito pampeano después de triunfar en New Orleans. Trae, además del bandoneón, una mujer, una hija, ambas checoslovacas, y una broma entre manos a manera de venganza. Hay una escena trágica que lo transforma todo y uno no sabe ya ante qué tipo de obra se encuentra. “No es un texto demasiado largo y, de algún modo, utilicé ciertos atributos del cuento —explica el autor a Perfil—. Me refiero al golpe próximo al desenlace. Pero para tener preparado al lector y poder lograr ese efecto era necesario, entre otras cosas, hacer una correcta construcción de personajes, que cada uno de ellos fuese creíble, incluso en situaciones altamente descontroladas. No fue solamente la muerte. Creo que la escena en donde Lidia decide, finalmente, hablarle a su suegra en checo, es un momento crucial en la historia, terrible, diría yo. Y ese diálogo breve, esas ganas de Lidia de comunicarse en checo con su suegra checa, lo fui sembrando durante varios pasajes de la historia, de un modo subliminal, como si no pasara nada. En Moravia da la sensación de que nunca pasa nada hasta que, de pronto, pasó todo”.
   Con autores como Luján, el género negro parece cada vez más elástico, se viene hablando de ello demasiado ya, pero en Moravia es evidente que juegan también otros registros literarios al servicio de una aspiración literaria más allá de lo genérico. “Hace tiempo ya que el género negro se convirtió en algo mucho más amplio —explica—. No está mal hablar de elasticidad pero sería más acertado decir mutación. Hoy en día podríamos afirmar -con toda claridad- que el policial clásico es sólo una parte de lo que abarca ‘lo negro’. Personalmente no suelo encasillar las historias dentro de un género concreto. Prefiero utilizar todos los elementos que estén a mi alcance para poder contar. Cada historia necesita su propio marco y sus personajes reunir una serie de características. Negrura, oscuridad y mal casi siempre están presentes en las actividades humanas. Moravia funciona como una tragedia clásica, sus piezas interactúan de ese modo. Y no tengo ninguna duda de que las tragedias clásicas son historias negras. Algunas negrísimas: Edipo Rey, por ejemplo”.
   Un fragmento de El extranjero de Camus cierra y cita la fuente argumental del relato, también parece dejar una moraleja, nunca se debe jugar de esa manera. “Esa es la historia en Moravia. Todo lo demás es un sostén referencial. Nunca nadie debería jugar con el prójimo. El fragmento que aparece en El extranjero, según supe, es una leyenda urbana, un cuento popular muy anterior a Camus. Yo, sin embargo, lo descubrí en esa magistral novela. Lo tuve en la cabeza durante quince años hasta que decidí armar otra historia entorno a ese concepto, a ese episodio lamentable de confusión, odio y venganza, donde casi todas las carencia y las inhabilidades del ser humano queda expuestas”.
Moravia es una novela de inmigrantes, de extranjeros, de gente mal ubicada –todos por diferentes razones- en un escenario que los oprime y los engaña. Es obvio que con un argumento así aparece la conjetura del choque civilización-barbarie: el músico exitoso que vuelve de Estados Unidos a un hotelucho perdido en la pampa argentina donde puede ocurrir un horror que, como dice Camus en la cita, puede ser de lo más natural. “No es de extrañar que bajo esos influjos surja un binomio tal como civilización y barbarie —responde—. O juego y crimen. La desgracia siempre está a la vuelta de la esquina, deberíamos tenerlo presente aun en los momentos de mayor felicidad, de mayor control. Juan, el protagonista, creyó que todo estaba bien, aprovechó su idea de superioridad, jugó con eso”.  Esas dos barbaridades (el juego y el crimen) operando en distintos niveles de sofisticación, obligan a una relectura fuera del género.
Foto: Laura Muñoz

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