Traigan los fósforos y la leña (+ Subdesarrollo)

Publicado el 05 octubre 2013 por Javier Montenegro Naranjo @nobodyhaveit

Ilustración: Klaus KSP

Cremación. Cuando lo inevitable llegase, nada de velorios ni entierros, solo cenizas. Ocurrió al mediodía; después del papeleo para oficializar el fallecimiento, se llegó a la funeraria más cercana y se comunicó el deseo de la familia.

Las cifras a pagar por la izquierda cuando se desea emplear los servicios de un crematorio son astronómicas (y comparadas con las de otros países son risibles). Aquel día era imposible, los dieciséis turnos (en una ciudad de dos millones de habitantes habitantes) ya habían sido entregados y debían esperar al día siguiente. “No tenemos cámaras de refrigeración, solo podemos guardarlo en un almacén; pero en la capilla tenemos un split muy potente, podemos ponerlo ahí, cerramos con llave si no quieren velarlo y mañana llamamos para resolver un turno”.

Antes de tomar una decisión precipitada, viajaron al crematorio, ubicado en el Cementerio Nuevo de Guanabacoa. Allí tampoco fue posible resolver, ni siquiera las palabras “lo cantidad que sea” pudieron abrir el horno. “Hoy es imposible. Mañana solo se entregarán ocho turnos porque una de las máquinas está parada debido a que el techo se está cayendo; pero solo quedan seis, los dos de la mañana ya tienen nombre y apellido. Deben ir a la funeraria principal, allí es donde se reparten los turnos”.

Dos horas después, sentados frente a la señorita encargada de recibir las notificaciones de fallecimientos en la funeraria principal, se convencieron de la imposibilidad de incinerarlo ese día. Debía sacarse, literalmente, una papeleta en la rifa para el día siguiente, y la única manera de asegurarse era pagar a la intermediaria, pues a esa hora quien otorgaba los turnos no estaba.

Datos curiosos: el crematorio de Guanabacoa, Ciudad Habana, es el único del país en estos momentos. Y solo está otorgando ocho turnos al día. Si eres de Pinar del Río, Santiago de Cuba u otra provincia, tu última voluntad puede no cumplirse. Se pretende echar andar uno nuevo en Santiago de las Vegas, Ciudad Habana.

Aún quedaba un problema. Tampoco ellos poseían una cámara de refrigeración. La solución fue hablar con un técnico de la morgue para guardarlo en una habitación con aire acondicionado y así ralentizar el inevitable proceso. Por supuesto, fue otro pago por la izquierda.

A la mañana siguiente, con el nudo en la garganta y la tensión de un posible fallo en contra, recibieron un satisfactorio turno para las seis de la tarde.