Las casas en las que se instala la vejez dejan asomar sus huellas de forma paulatina, un pañuelo olvidado sobre un lavabo, una pelusa resistente aferrada a un sillón, migas rancias colonizando los rincones. Hasta el papel higiénico tiene algo de hoja caduca y triste. A veces creo que uno de los peores inconvenientes de llegar a la senilidad es el acopio de manías insalubres que se produce. He de guardar un remanente monetario para dedicárselo, llegado el momento, a un asesor que me susurre en el oído, tal y como hacían los césares triunfantes, no sólo el recuerdo de que soy mortal, sino la obligación de conservar cierta decencia, cierto mínimo decoro a pesar de los años caídos.