Tranquilas calles

Malvinas, 12 de Abril de 1982.

Querida mía

Escribo rápidamente, recordé ese viejo amigo que se sentaba en un viejo sillón, Osvaldo, se llamaba, ya murió hace unos años. Lo visite en varias oportunidades, solo. Pregunto por vos muchas veces.

Aquí paso el día ocupado, las tareas son muchas, salvo estos días que totalmente desconcentrado ando escribiendo y persiguiendo al correo por tus cartas. Si allí son las 2.33 aquí las 4.33 ya son. ¿A mis 16.30 tus 14.30?, o el próximo sábado me darán libre por la tarde, mejor.

Yo quisiera poder dormir, hace tiempo, dos años ya, que solo cuatro cinco horas diarias puedo conciliar el sueño, y el físico a veces pasa sus facturas.

Ojalá existiera un correo privado que me asegure el envío de mis cartas pues la incertidumbre del “espionaje” me pone tenso. Hasta antes de comenzar este viaje visitaba diariamente mi vieja casilla postal como los saltarines amiguitos –lo visitaba- 19 –veces- al día. Los ingleses consideran todo como correo caliente… le dicen algo así como “hotmail”

Sigo aquí en las trincheras, yo elegí esto, y probablemente, no hay vuelta atrás. No hay arrepentimiento ya, si pena. Pero el destino, ¿Qué tendrá el destino?. No quiero ocasionar nuevos males, menos a los inocentes que nos rodean en estas tranquilas calles.

Siempre tuyo,

“Falucho”

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