...Con su aliento como única razón se pregunta que hace aquí sentado en el transcurrir de los días. Quizás un simple decir, quizás un olvido sin clemencia ¿Qué fue de lo vivido, qué de la fragua de sus meses con sus días?
Hebra ausente en la urdiembre del universo. Intermitente, hilvanado, infinito.
Y sus ojos sostienen su mirada como si fuese un reflejo de Dios, y se observa en sus rasgos y se refleja en sus gestos; sonriente, sereno. Perdiendo el pudor adquirido a fuerza de ser, pespunte primero, sentado en medio de tantas horas ajenas. Allí su lejana vida, allí su río y su iglesia; su cercana casa y su antigua escuela. Entonces ese estar sentado aquí reconquista su latido. Vuelve su pulso al firmamento. Se separa el suelo donde pisa y es posible asir la inadvertencia. Nada importa la omisión del tiempo venidero, basta la certeza de su historia, basta la emoción de aquel comienzo cuando la vida, como hoy, era una página nueva...