En todo caso, este fin del mundo no es el primero al que se va a enfrentar la humanidad. Precisamente hoy escribo sobre uno que ocurrió en el 999 d.C., y del que tenemos noticia gracias a los historiadores decimonónicos, quienes nos legaron una reconstrucción terrible de aquel tiempo (sus colegas del siglo veintiuno, más aburridos y más petulantes, la refutan, pero, eso a nadie le interesa), en la que los nobles peregrinaban a Jerusalén para pedir clemencia, los avaros se arrepentían de sus mezquindades; las prostitutas, de su lujuria; los pobres, de su pobreza; el trigo, de convertirse en pan; y los burros, de ser burros.
Sin embargo, usted, lector optimista, que siempre anda bien informado, que conoce a fondo los avances de la ciencia y la tecnología y que es un catador refinado de las artes más exquisitas, se preguntará por qué carajo se les ocurrió a esos medievales que en el año mil se acabaría todo. Al parecer, el malentendido se originó en La Biblia, en el libro del Apocalipsis, pues en el capítulo veinte, versículos siete y ocho, está escrito:
“Y cuando se cumplan los mil años [de la venida de Cristo], Satanás será liberado de su prisión, saliendo a engañar a las naciones de los cuatro extremos de la tierra, a Gog y Magog. Los juntará para la guerra y su número será tan grande como las arenas de la orilla del mar.”
Lastimosamente, en aquellos tiempos la televisión aún no se había inventado (me pregunto qué diablos hacía esta gente para suplir sus falencias culturales, pues todos sabemos que, sin ella, el mundo estaría lleno de ignorantes), de otra manera el cuadro que probablemente hubiéramos presenciado sería el siguiente:
(Suena una cantata de treinta segundos y aparece el presentador.)
— Buenas completas[1] a todos los televidentes fieles del mundo (a los infieles y a los posibles habitantes de las antípodas, de cuya redención dudamos y hasta renegamos, les deseamos el mayor tormento del infierno); interrumpimos la programación habitual para dar una noticia de última hora: durante la nona[2] se avistó a un horrible monstruo, que se presume es el diablo, aparecer en los bosques de Carintia, los habitantes de esa región han informado que la bestia se encontraba aterrorizando a los siervos, al tiempo que armaba un poderoso ejército del mal y fornicaba. Para más detalles, nos comunicamos con nuestro enviado especial, Johannes Morbosorger. Adelante, Johannes, te escuchamos…
— Como pueden ver, queridos televidentes, a unos pocos codos de distancia, se encuentra Satanás… Hemos tratado de entrevistarlo, pero él, después de rehusarse, se dedicó a pronunciar el nombre de Dios, Yahvé, en vano… ¡Mierda, creo que ya hice la misma pendejada…! Volvemos al estudioooooooooo…
(El periodista es consumido por las llamas infernales – que siempre serán menos peligrosas que las persecuciones políticas –. Poco después, aparece de nuevo el presentador.)
— ¡Ejem…! Tenemos problemas técnicos, pero desde otro lugar de Europa, recibimos información importantísima (a pesar de que proviene de una mujer), vamos con Hildegard Ninfomaniainsoportableg, desde Augsburgo.
(Aparece una mujer con cofia y vestido verde.)
— Agradecemos a la acomplejada y comunista (perdón, eso todavía no existe) Hildegard. En el estudio se encuentra un musulmán, natural del Califato de Córdoba, capturado por los leoneses hace veinticuatro años en el cerco de Gormaz. Señor Muhammad, ¿qué opina del fin del mundo?
— ¡Ay, hermanos, los cristianos son unos infieles y deben morir! ¡Alá, que se haga tu voluntad, o sea, que se mueran estos miserables (y los judíos también)!
— Con esta declaración, nos despedimos de ustedes y quizás nos veamos en una mejor vida o durante el tormento eterno. ¡Gracias por su compañía y feliz año nuevo!
¡FELIZ 2012!
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[1] Forma de referirse a las seis de la tarde en los monasterios del medioevo.
[2] Entre las dos y las tres de la tarde.