Hoy ha vuelto a él poderosa, cercana, como si la pudiera tocar, hoy esa imagen que guarda dentro ha vuelto a protagonizar su vida, no hay nada más allá de ella, no hay nada más atrás que ella.Siempre que mira tras las ventanas, espera que pase aquella chica de su juventud. Un fugaz momento, una imagen volátil que se ha quedado grabada en su cabeza y aún hoy, a sus cuarenta y dos años, le visita en los momentos más inesperados o dolorosos, como el de hoy.Toca el cristal que le separa de su pasado, detrás de él guarda la escena que hoy punza su piel, casi se puede ver ahí, sentado en el banco de los castigados del colegio en el que pasó su infancia, puede sentir el frío tacto de la madera del que estaba hecho, recuerda que jugando con las astillas que se desprendían de él se hacía pequeños cortes, casi imperceptibles, donde el dolor no era importante, más bien un pequeño juego para saber hasta qué punto podía soportarlo. Se separa del cristal porque se ve mirando en su propia dirección, con los ojos tristes por estar ahí en la hora del recreo, no puede recordar por lo que estaba castigado, pero recuerda el sufrimiento interno por no estar con sus amigos jugando en el patio, ese dolor sí que era profundo. Aquel cristal que guarda la escena más bella de su vida, también era el que le separaba del poco tiempo de libertad que un niño podía tener encerrado en aquellos colegios religiosos, que más que colegios eran pequeñas cárceles adornadas con cantos, flores, olor a incienso, los eternos paseos de los curas por sus largos pasillos y los planes para saltar el muro y colarse en el lado femenino. Se sigue mirando atentamente a través del tiempo y descubre ese brillo en los ojos que tanto anhela, aunque aquél niño estuviese triste, sus ojos eran puertas a la felicidad, vivos, completamente abiertos a la vida, esos mismos ojos que segundos después ven pasar esa silueta que al recordarla, hace que le tiemblen las piernas. Se aparta para dejar pasar el recuerdo que en esta parte le roza la piel y se le encrespan los pelos de todo el cuerpo. Una joven, un año más mayor que él en aquella época, solo un año y parecía un abismo para aquel niño que mira atentamente tras el cristal, completamente embobado desde el primer segundo que la ve aparecer, pocas veces eran las que podían ver a las niñas en la parte de su colegio, la primera vez que vio a una niña tan alta, sonriente, era luz, aquella niña que solo caminando parecía convertida en esa canción que no se va de la cabeza, sus movimientos hacían pensar que el mundo giraba a su alrededor, y para él así era, su mirada se clavó tan dentro de aquella imagen que aún hoy la recuerda nítidamente, el color, la textura, el aire, el olor, hasta el sabor de lo deseado. Se aparta un poco más, aquí llega el gran momento, ella agitando su melena en un juego divertido con sus hombros se percata de la presencia de ese niño con las manos sucias, la herida en el carrillo y la mirada perdida más allá de su cuerpo y girando en un bello paso de baile, acompasada con la suavidad de toda la escena, clava sus ojos en aquél niño que poco a poco se va acercando al cristal para verla mejor. Le tiemblan las rodillas, hace un amago de acercarse al cristal pero recuerda que ese ya no es su momento, decide dejarlos en la intimidad de la escena, es suya, vuelve atrás y cierra los ojos. Ella ya está junto al cristal, divisa mejor al niño del otro lado y le hace un gesto para que se acerque, él, asustado, lo hace sin querer, hipnotizado por la música que ella desprende, casi sin caminar, casi volando. Cuando la tiene tan cerca siente el corazón por primera vez en su vida desbocado, está a punto de salir por su boca y en vez de llevarse la mano al pecho lo hace a los labios, imaginando los de ella tan cerca como ahora lo están sus dedos. Ella sigue sonriente y hace el gesto del beso, él no puede abrir más la boca, aturdido no lo entiende pero se deja llevar.Justo en el momento en el que él va a acercar sus labios al cristal, ella pega los suyo e infla sus carrillos mientras tuerce sus ojos. Aunque se supone que es una burla, es el gesto más maravilloso que verá en su vida. Ella se aleja bailando con la nada, sonriendo al vacío, poseyendo el mundo, poseyendo a aquél niño y al hombre que con una sonrisa en la boca intenta que las lágrimas no caigan por su cara y emborronen el recuerdo. Hoy hace más de treinta años de aquella imagen, hoy hace justo un año que aquella niña ya convertida en mujer no duerme a su lado, hoy hace un año que aquél cristal que separó aquel momento volvió a su vida y desde entonces ve todo pasar al otro lado del cristal.
Tras el cristal
Publicado el 02 mayo 2011 por JulioHoy ha vuelto a él poderosa, cercana, como si la pudiera tocar, hoy esa imagen que guarda dentro ha vuelto a protagonizar su vida, no hay nada más allá de ella, no hay nada más atrás que ella.Siempre que mira tras las ventanas, espera que pase aquella chica de su juventud. Un fugaz momento, una imagen volátil que se ha quedado grabada en su cabeza y aún hoy, a sus cuarenta y dos años, le visita en los momentos más inesperados o dolorosos, como el de hoy.Toca el cristal que le separa de su pasado, detrás de él guarda la escena que hoy punza su piel, casi se puede ver ahí, sentado en el banco de los castigados del colegio en el que pasó su infancia, puede sentir el frío tacto de la madera del que estaba hecho, recuerda que jugando con las astillas que se desprendían de él se hacía pequeños cortes, casi imperceptibles, donde el dolor no era importante, más bien un pequeño juego para saber hasta qué punto podía soportarlo. Se separa del cristal porque se ve mirando en su propia dirección, con los ojos tristes por estar ahí en la hora del recreo, no puede recordar por lo que estaba castigado, pero recuerda el sufrimiento interno por no estar con sus amigos jugando en el patio, ese dolor sí que era profundo. Aquel cristal que guarda la escena más bella de su vida, también era el que le separaba del poco tiempo de libertad que un niño podía tener encerrado en aquellos colegios religiosos, que más que colegios eran pequeñas cárceles adornadas con cantos, flores, olor a incienso, los eternos paseos de los curas por sus largos pasillos y los planes para saltar el muro y colarse en el lado femenino. Se sigue mirando atentamente a través del tiempo y descubre ese brillo en los ojos que tanto anhela, aunque aquél niño estuviese triste, sus ojos eran puertas a la felicidad, vivos, completamente abiertos a la vida, esos mismos ojos que segundos después ven pasar esa silueta que al recordarla, hace que le tiemblen las piernas. Se aparta para dejar pasar el recuerdo que en esta parte le roza la piel y se le encrespan los pelos de todo el cuerpo. Una joven, un año más mayor que él en aquella época, solo un año y parecía un abismo para aquel niño que mira atentamente tras el cristal, completamente embobado desde el primer segundo que la ve aparecer, pocas veces eran las que podían ver a las niñas en la parte de su colegio, la primera vez que vio a una niña tan alta, sonriente, era luz, aquella niña que solo caminando parecía convertida en esa canción que no se va de la cabeza, sus movimientos hacían pensar que el mundo giraba a su alrededor, y para él así era, su mirada se clavó tan dentro de aquella imagen que aún hoy la recuerda nítidamente, el color, la textura, el aire, el olor, hasta el sabor de lo deseado. Se aparta un poco más, aquí llega el gran momento, ella agitando su melena en un juego divertido con sus hombros se percata de la presencia de ese niño con las manos sucias, la herida en el carrillo y la mirada perdida más allá de su cuerpo y girando en un bello paso de baile, acompasada con la suavidad de toda la escena, clava sus ojos en aquél niño que poco a poco se va acercando al cristal para verla mejor. Le tiemblan las rodillas, hace un amago de acercarse al cristal pero recuerda que ese ya no es su momento, decide dejarlos en la intimidad de la escena, es suya, vuelve atrás y cierra los ojos. Ella ya está junto al cristal, divisa mejor al niño del otro lado y le hace un gesto para que se acerque, él, asustado, lo hace sin querer, hipnotizado por la música que ella desprende, casi sin caminar, casi volando. Cuando la tiene tan cerca siente el corazón por primera vez en su vida desbocado, está a punto de salir por su boca y en vez de llevarse la mano al pecho lo hace a los labios, imaginando los de ella tan cerca como ahora lo están sus dedos. Ella sigue sonriente y hace el gesto del beso, él no puede abrir más la boca, aturdido no lo entiende pero se deja llevar.Justo en el momento en el que él va a acercar sus labios al cristal, ella pega los suyo e infla sus carrillos mientras tuerce sus ojos. Aunque se supone que es una burla, es el gesto más maravilloso que verá en su vida. Ella se aleja bailando con la nada, sonriendo al vacío, poseyendo el mundo, poseyendo a aquél niño y al hombre que con una sonrisa en la boca intenta que las lágrimas no caigan por su cara y emborronen el recuerdo. Hoy hace más de treinta años de aquella imagen, hoy hace justo un año que aquella niña ya convertida en mujer no duerme a su lado, hoy hace un año que aquél cristal que separó aquel momento volvió a su vida y desde entonces ve todo pasar al otro lado del cristal.