Tratado sobre a estupidez humana

Publicado el 02 marzo 2010 por Eandres
Hoy, preparando un taller de negociación, ha vuelto a caer en mis manos un texto que no leía hacía mucho tiempo, y que me parece una pieza magnífica del mejor historiador económico del siglo pasado: El Tratado de la Estupidez Humana de Cipolla. Y aunque me había propuesto este año focalizar mis aportaciones en el blog en planteamientos más constructivos, dejando a un lado la crisis y el lamento, sin dejarme influir por los medios de desinformación, no tengo por menos que posponer mis buenos propósitos a mi próxima intervención y comentar con vosotros algunas de sus ideas más brillantes. Mi excusa es que si bien no es muy constructivo, al menos si puede ser esperanzador para nosotros recordar algunas reglas del juego, que nos eviten berrinches, malos ratos y pérdidas incalculables de tiempo.
 
Cipolla identifica cuatro categorías fundamentales de personas: incautos, inteligentes, malvados y estúpidos, siendo estos últimos los más peligrosos de todos porque son “absurdas criaturas” capaces de causarnos daños y dificultades sin que vayan a ganar absolutamente nada con ello. ¿Cocéis gente así? ¿En vuestras empresas? ¿En puestos directivos? ¿En nuestras instituciones? ¿En cargos públicos? Mejor no contestéis, que luego todo se sabe.
Por si os ha surgido alguna duda en la identificación, cosa que no creo, la Primera Ley Fundamental del Tratado de la Estupidez Humana nos advierte que "Siempre e inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".
Para los que os preguntáis si una persona universitaria, o quien ha tendido una trayectoria profesional meteórica, un político o quien dirige un complicado negocio puede ser un estúpido, Cipolla afirma en la Segunda Ley de su tratado que "La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona". Así que no nos dejemos llevar por las apariencias: hay estúpidos hasta en los sitios más insospechados y su capacidad de hacer daño ¡depende en gran medida de su nivel de influencia de y de su poder en el entorno!
Así que como propósito para el nuevo año os propongo que tratemos de cumplir a rajatabla la Cuarta Ley del tratado de Cipolla: No subestimemos el poder nocivo de los estúpidos, y no olvidemos nunca, en cualquier empresa o institución, que trabajar, colaborar, asociarse, votar o contratar a un estúpido es un costosísimo error.

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