"¡Eh, tú!".
Tras el repentino e inesperado reclamo de una voz gruesa, aparté la vista de la pantalla del ordenador, me giré, miré y vi a Camilo José Cela: trajeado, negra la corbata, blanca la camisa, adusto el semblante y...
-No era negra la corbata, jefe.
-Era azul marino, señor José.
-¡Era del color que yo diga, zascandiles impresentables! ¡A callar ahora los dos!
(Córcholis, tal parece que me han obedecido mis secretarios, el ciego que todo lo ve y el estudiante o graduado que come y come y sigue en los puros huesos)
"Maestro...", logré susurrar, y de inmediato recordé una de mis deudas.
Recurrí a la RAE para ser preciso hasta los tuétanos: Tremendismo, corriente literaria y artística desarrollada en España en los años cuarenta del siglo XX, caracterizado por exagerar los aspectos más crudos de la vida, o Tendencia a exagerar los aspectos más tremendos o alarmantes de las cosas.
En la novela La familia de Pascual Duarte, sostiene Pascual que él no es un hombre malo.
"Bien, sigue".
"Lo que había escrito, lo que perdí, sí estaba bien, Camilo".
"Mira hacia delante, no hacia atrás, y, si sale algo, a ver qué sale".
Qué familia la de Pascual, Camilo José. Y tanto es así que para mí tengo que el único inocente en semejante familia es el perro, al que el cobarde Pascual Duarte le quita la vida sin ton ni son o tal vez por eso mismo, por ser inocente.
Tampoco se queda corta, en cuanto al tremendismo literario se refiere, La colmena. Qué auténtica y despiadada colmena de personajes o sombras que vienen o van o van y vienen sin venir o ir o sin ir o venir realmente en una época sombría, muy sombría, pues así son los ambientes después de cualquier guerra, las civiles con el agravante de que a la muerte por bala de plomo la sigue, interminable, la muerte por bala de ira, ira de vencedores o ira de vencidos.
Tremendismo literario en particular, Camilo, y tremendismo real en general, ¡ay!, con el que escriben, sin exagerar nada, estos días que corren: de culo van los futuros del hombre y de la mujer por no pensar con la cabeza, por ensuciar el planeta hasta más no poder, por no prestar atención al clamoroso y diario "¡Eh, tú" que nos llega por tierra, mar y aire, un Tobogán de hambrientos el tuyo, el de ayer, Cela, y un tobogán de necios el de todos, el de ahora, el nuestro, a este paso hasta la Madera de boj será un mero recuerdo dentro de muy poco, ahí la dolorosa verdad, en las recientes y conmovedoras palabras del actor Donald Sutherland: "Tengo hijos y nietos y el mundo que les voy a dejar no es un mundo en el que van a poder vivir".
"¿Te gusta el cine?".
"Me gusta todo lo bueno, ya ves qué desgracia la mía. Y ya metidos en preguntas, ¿es verdad que fuiste censor oficial de textos narrativos durante la dictadura?".
"Sin comentarios".
"¿Algún comentario digno de mención de tu etapa como senador cuando al fin llegó la democracia?".
"Que se dormía muy bien en el sillón".
"Te noto, ahora, de repente, como en otro sitio, Camilo José".
"Estoy pensando...".
"Cuenta, cuenta, maestro".
"Algo olvidé yo en La Alcarria, algo que...".
"¿No sería en la ruta del Miño al Bidasoa?".
"No, no, en La Alcarria. Voy hasta allá y vuelvo en cuanto pueda".
"Mi casa siempre será la tuya".
"Gracias, muchacho. Por razones obvias, la mía aún no puede ser la tuya, pero lo será".
"Que no lo sea por mucho tiempo, Camilo; al menos hasta que regreses de La Alcarria".
"La costumbre de vivir, claro".
"Eso será, sí. Hay que ver qué apego le tenemos a la existencia con lo mal que nos tratan los días, por lo común, cuando uno ya es mucho más viejo que joven".
"Seguimos hablando de eso en un santiamén, muchacho".
"Tú a lo tuyo, Cela, disfruta del paisaje y del paisanaje como en tus años mozos, no te apures en absoluto".