Dónde se encuentran las buenas maneras, esa forma de decir las cosas, rasgando sólo sin herir. Mientras el paisaje avanza, el tren se queda quieto, nada, nadie se atreve a perturbar la discusión que el hombre y la mujer mantienen entre gritos quedos.
El la importuna, ella asiente. Ella llorar y él crispa los puños cerrados. Nadie dice nada, en un vagón de almas calladas.
Mira el mar desde la ventana, aíslate de las miradas, ella quiere gritar a los cuatro vientos, yo quiero oír sus gritos, alzarse contra la tiranía de una vida de disputas y humillación.
El tren para un par de minutos en una estación de una pequeña estación, quiero que el tiempo se detenga mientras el hombre recoge las maletas, quiero que ella no se apee. Ella se pone el abrigo, mirada resignada, ojos y lágrimas de antaño, no la pude retener, ni pedirle que se quede.
Les veo avanzar por el anden, el hombre camina con pasos cansados, ella dos pasos detrás, las maletas llenas de una vida.
Imagino a partir de una discusión, intuyo a partir de unos ojos huidizos, carácter recio de un hombre antiguo, candados sobre la piel cansada de una mujer callada. Espadas, puñales, lágrimas, esto es así.
El tren avanza ahora, mientras el paisaje se queda inmóvil, cuestionando sí tiene sentido que este tren callado siga su destino.