Chamberí, la llaman andén cero, museo queda de un antojo arquitectónico, que se viste del París de antaño, con su cerámica blanca y azul cobalto. Un Madrid extraño, donde me pierdo, escondo, entre la niebla y los raíles, para huir del momento.
Ya me perdí en los desnudos vagones que discurren por los arcos del Puente de Alcántara, en la provincia extremeña que lleva la sangre de mi vida, por partida doble, amores de antaño y sentires que no cesan de latir, que ya nada esperan.
A su sombra, el río discurre, gracias a árabes y romanos, historias en él se sembraron, en momentos duros de España, como la Guerra de Independencia.
Un rey llamado Carlos I reconstruyó y coronó de almenas, en las que yo busco refugio y te espero, sin tiempo, sin condición, una fuerte construcción que no cede al transcurrir del momento,y cuyo inmortal reflejo sin cámara, sin lápiz que dibuje, sin aguja que marque, evoca nuestro despertar en ese lugar en que reina la paz del silencio.
Ya mi edad no me faculta para correr en estampida, ni escaladas a las altas montañas, para alcanzar
esos sueños, como el águila real que vuela coronando el Castillo de Monfragüe, donde sólo restos quedan de aquel antaño glorioso.
Mi vista obligada ya a las lentes no cesan de mirar tus letras. Ya no son edades de cambiar rutinas, sólo de vivir momentos a través de historia, música y caminos. Sentir sin reparos los placeres que me otorgas, pues evocas la vida misma en tus entrañas, madre naturaleza.
Desnudo vienes al mundo, te vistes de colores, a veces de grises, no importa, se siempre mi cielo y no mi infierno, como tu quieras, deja tus sensibilidad a mi alcance, para poder impregnarme mi vida, tú sin saberlo eres fuente, eres agua, eres néctar, eres ...... mi vida.
Tiende puentes y entrelaza dedos donde el vacío no conozca abismo, ni el frío nuestros cuerpos.
Con el calor de tu mano me conformo, sólo una cosa, no me sueltes mientras te alcanzo.
Marijose,