Cada día les inventó una historia nueva. Un día son pareja, al otro vecinos y al siguiente, desconocidos que coinciden en el tren.
Cada día. Uno enfrente del otro. Sin darse cuenta de que cada día coinciden. Pero ya lo sé yo. Yo, soy la única que se da cuenta de la coincidencia tremenda que es que cada día dos extraños se encuentren en el mismo lugar y hagan las mismas cosas un día tras otro. Sin mirarse. Sin verse. Sin tocarse. Sin intercambiar un buenos días ni con la mirada. Y así cada día.A veces siento la necesidad de subir al tren un sábado para saber si también coinciden.Para saber si comparten ese ignorarse mutuo también los fines de semana. Para saber si ella corrige cada día. Para saber si a él se le acaba el libro en algún momento. Siempre es el mismo. Hace semanas. Queda una estación. Él guarda el libro. Ella sigue corrigiendo. Como cada día. Con su boli verde. No se miran. No se hablan. Como cada día.Ella empieza a guardar sus cosas. Él se pone la chaqueta. Se levanta. Ella sigue sentada. Él se gira para caminar hasta la puerta de salida y entonces y sólo entonces, ella se levanta y camina detrás de él. Bajan del tren y ya no los veo. Hasta el día siguiente. Como cada día.Revista Talentos
Los veo cada día. Siempre igual. Se suben al tren. Él camina por delante, ella, atrás. Ella se sienta en el sentido de la marcha y él, enfrente. Ella saca sus papeles para corregir, es profe y él, su libro. Tiene pinta de funcionario. De funcionario del Inem, para más señas. Y se da un aire a Toni Cantó.