No voy a descubrir nada con el primero de ellos, se trata del Albariño do Ferreiro Cepas Vellas 2006, uno de los que se erigen como mejores albariños y que sólo se elabora en determinadas añadas (creo que no hay 2008). Se trata de una vendimia seleccionada de cepas de más de doscientos años que, tras la maceración, hacen una larga crianza sobre sus lías.
El siguiente es toda una referencia en Ribeiro que hasta el momento no había tenido oportunidad de probar y que también, por la expectación generada, me supuso una cierta decepción; se trataba de Emilio Rojo 2008, conocido producto de un peculiar viticultor y elaborado con Treixadura, Loureiro, Lado, Albariño y Torrontés . Una parte de su vino pasará por barrica nueva de roble, mezclándose posteriormente con el del depósito antes de embotellar. No sufre, al parecer, ningún proceso de estabilizacion ni filtrado.
Y finalizo más optimista con uno de los mejores albariños que he probado, Sketch, creación de Raúl Pérez con el soporte de Forjas del Salnés y embotellado como vino de mesa.
De las mejores cepas de más de cincuenta años que la bodega tiene en Meaño, a pocos metros de la Ría, pero a una altitud privilegiada que permite una insolación desde el amanecer hasta el ocaso, se lleva a cabo un serio recorte de la producción como nadie practica en la zona. Tras un año en fudre de roble de 750 l, el vino se somete parcialmente a una curiosa crianza bajo las aguas de la Ría con el soporte de las bateas que simultaneamente se utilizan para la cría del mejillón. .
Tras varios ensayos, Pérez (profesional del buceo, por cierto) comprobó que 19 metros era la presión que las botellas podían soportar sin que el corcho cediese y el vino se echara a perder.
Lo cierto es que no conozco el proceso técnico que se produce en esas botellas, imagino que tendrá algo que ver la ausencia de intercambio de oxígeno, las constantes de temperatura y presión, y, tal vez, el contacto del corcho con el agua salada. No lo sé.
El caso es que como resultado surge un vino demoledor como se han probado pocos, con una mineralidad brutal y aromas de tempestad, unidos a una fruta que puede con todo, quedando la madera en un sutil y casi imperceptible segundo plano, para redondear el conjunto. En boca es salino, grueso, amplio, envolvente e interminable, y todos esos elementos hacen que su importante acidez se haga muy agradable y refrescante.
Y lo mejor, tras haber probado una botella recien abierta, fue probar una que llevaba descorchada y sin tapar una semana, y además a temperatura ambiente. El vino seguía en pie como un espartano. Increible.
Me quedo con la frase de la contraetiqueta: "lo posible de lo imposible se mide por la voluntad de un hombre"