En la tarde
Tu piel, invadida de cálidos
tonos amarillos y anaranjados
se enfrentan a mi despierto silencio.
Derrotado estoy en la tarde,
vencido ante la calma
que contagias con tus gestos
de sabia femenina.
Y mientras afuera, en la ciudad,
un mundo se apaga al seguir
por sus helados caminos,
tras la ventana creamos infinito,
rompemos la línea del horizonte
donde luego caerá el sol.
Mi cuerpo,
junto al tono de tu piel
quedará cubierto de nuevas caricias;
de nuevas historias que narrarán
los dedos de tus manos cuando
se deslicen sobre mi espalda.
Y de nuevo tendré que amarte...
Tendré que amarte entre aquellos
cálidos colores con los que ahora
quedaste vestida...
Te amaré siguiendo con mis ojos cerrados
los surcos dejados por tus dedos.
Te cobijarás tras aquella ventana
que nos protegió del mundo,
con la luz que marcó
la dirección de tus labios.
Te amaré con la intensidad
que sugiere nuestro tiempo.
Momentos que se paran
cuando aquel sol,
patícipe de nuestro delirio,
abandona aquella delgada línea
que rompimos del horizonte
y abra las nuevas fronteras
de nuestro amor en la
oscuridad de la noche.