Cenicienta y el gato
La corte alborotada busca la dueña de la sandalia sin tapita en el taco, llena de estrellas y lazos plateados, que se traspapeló en la escalinata del Palacio junto con una bota. El príncipe, que ha bailado Twist con ella, no la olvida. Se llama Cenicienta.
El jerarca envió comisionados hacia todas direcciones para ubicarla. Ella, la muy ladina, ha huido con el “gato gatungo”, alias “mishomishungo”, que a su vez perdió una bota de siete leguas porque el cordón de este calzado se quebró. Igual da paso de tres leguas y media por minuto.
La hermosa damisela después de haber bailado con él el “Vals de las horas” se dejó engatusar y, subida a la grupa del gato, se fueron felices perdidos en la larga madrugada, vagando a placer.
El príncipe, mucho disgusto, ha proclamado por doquier que donará bienes y monedas a granel a quien la encuentre y jura que le retorcerá el cogote al caballero que la ha secuestrado. (Por supuesto, no sabe que el joven de nuestro cuento tiene poderes mágicos ocultos y que su calzado gana velocidades increíbles).
Por ahora, la jovencita y el felino, han llegado hasta la estrella que está a la derecha de la luna. . . ¡y van por más!