Revista Literatura

Trío de parejas

Publicado el 13 enero 2021 por David Rubio Sánchez
TRÍO DE PAREJAS
    Bienvenidos a una nueva entrada de Entintados, nuestra sección de anécdotas de escritores. En esta entrega contamos con un trío de parejas realmente peculiares y hasta sorprendentes en algún caso. Y es que si ya son apasionantes las obras literarias que nos legaron, la vida de quienes las escribieron nos deja perlas no menos fascinantes que nos dice mucho de ellos.
    Y comenzamos con una cita a ciegas que de haber fructificado quién sabe qué clase de historias nos habría deparado una pareja tan extraña que, a priori, parecería como mezclar agua y aceite. Por que no me negaréis que es un poco raro hablar de…

EL DÍA QUE PATRICIA HIGHSMITH PUDO SER LA MADRE DE SPIDERMAN

TRÍO DE PAREJAS

    Corría el año 1942, Patricia Highsmith se había graduado en Literatura inglesa y con ello iniciaba su camino como escritora profesional. Por supuesto, su estómago no podía esperar a que alguna editorial o revista se decidiera a publicar sus relatos. Así que empezó a buscar trabajo. Una mañana, encontró un anuncio en el que una editorial de cómics, Nedor Comics, solicitaba guionistas.
    El sueldo no era malo —55 dólares a la semana— y durante un tiempo trabajó en la misma junto a cuatro dibujantes y otros tres guionistas. Sus comics estaban protagonizados por un personaje mezcla de Superman y Batman llamado Black Terror. La cosa pareció prosperar y pronto decidió trabajar como freelance para distintas editoriales lo que le suponía más dinero y más tiempo para dedicar a sus relatos literarios que era su verdadero objetivo. Desde luego le cundió. Guionizó comics biográficos de Einstein, Newton o Galileo para editoriales como Real Fact, Real Heroes o True Comics; y continuó con el género superheróico en Fawcett Comics con personajes como Golden Arrow, Spy Smasher o Captain Midnight.
    En ese transitar de editoriales llegó a Timely Comics, la actual Marvel. El editor en jefe se encontraba en excedencia, enrolado en el ejército norteamericano en plena II Guerra Mundial. Lo suplía un buen tipo, Vince Fago, que debió quedar fascinado con Patricia, a quien llamaba la guapa espectacular. La relación fue provechosa a nivel profesional ya que con Timely escribió tanto cómics románticos, como bélicos con personajes como The Destroyer y Matajaponeses Johnson.
    A nivel personal también creció una bonita amistad entre Vince y Patricia. Fue tan estrecha que Vince pensó en ejercer de casamentero e ideó una cita a ciegas para intentar unir a la solitaria Patricia con el díscolo Stanley Martin Lieber, el editor en jefe que regresaba de la guerra y que todos conocían como Stan Lee. Ambos estaban en el mundo del cómic, ambos eran solteros y ambos querían ser escritores. ¿Qué más podía unir a dos personas?
    Así que Vince organizó una cita a ciegas entre ambos y se llevó a Stan al apartamento de Pat, en Sutton Place. Tras las oportunas presentaciones, los dejó solos. ¿Cómo transcurrió la cita? ¿Sobre qué hablaron Patricia Highsmith y Stan Lee? ¿Llegaron a algo más íntimo?
    Desgraciadamente no podemos saberlo, ninguno de los dos desveló nada de aquel encuentro, aunque lo que es seguro es que la relación no prosperó. Según contaría Vince Fago, Stan era demasiado ególatra y Patricia no terminaba de definir su orientación sexual. 
    ¿Qué habría pasado si Cupido hubiera asistido a esa cita? Tal vez Patricia hubiera conseguido que Stan Lee lograra centrarse en su carrera de escritor, lo que nos hubiera privado del maravilloso universo Marvel; o quizá Patricia hubiera seguido ligada a los cómics y tal vez Spiderman y el resto de superhéroes hubieran contado con su talento.
    Lo cierto es que Patricia Highsmith renegaría de esta etapa en el mundo de los cómics, borrándola literalmente de su biografía como autora de ficción. Y no solo eso, ficcionadamente llegó a asesinarla en A pleno sol, cuando una de las primeras víctimas de su Ripley fue un dibujante de comics llamado Frederick Reddington.Stan Lee se convertiría en el Dios del cómic, mientras Patricia lo haría en la gran Dama del suspense a partir de 1950 con su Extraños en un tren con la ayuda de su querido Truman Capote.
    Su opera prima no tardaría en ser adaptada al cine de la mano del maestro Hitchcock que, buscando guionistas para la película, conocería a otro escritor muy peculiar.

NO DIGA RAPIDEZ, DIGA SIMENON

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    Desde luego, George Simenon es de esos escritores que se comió la vida. Y no solo con su producción literaria. Fue hiperactivo desde el parto. De hecho, fue inscrito en el Registro Civil un día antes de su nacimiento. Al parecer, nació un viernes 13 de febrero de 1903, pero su madre muy supersticiosa ella, decidió registrar el alumbramiento con fecha de 12 de febrero.
    Como escritor llegó a publicar ¡222 novelas! Fue rápido desde su primera obra Pietr, el Letón que fue capaz de terminar en solo dos semanas, el tiempo en el que su yate averiado permaneció varado en el puerto de Delfzijl. Esa fue la primera aparición del comisario Maigret.
    Su fama de escritor rápido desde luego fue merecida. Y de ella se cuenta una leyenda en la que, una mañana, el genio Alfred Hitchcock lo llamó por teléfono. Se conocían desde que le propuso el guion de Extraños en un tren, que finalmente escribiría Raymond Chandler. El caso es que esa mañana, Mr. Hitchcock lo llamó para proponerle otro guion. Lo atendió la secretaria de Simenon que, muy eficiente ella, le informó que no podría atenderlo porque había comenzado a escribir una novela. Hitchcock exclamó un sonoro «¡Ah!», quien sabe si exhalando el humo de uno de sus puros. A continuación, añadió flemáticamente: «No se preocupe, me espero a que la acabe».
    Se desconoce si en esos minutos la terminó, pero su rapidez no se ciñó al terreno literario. En el sexo que él consideraba un acto cotidiano y muy recomendable, desde luego que no se quedó tampoco corto. Según sus propios cálculos, sus hazañas sexuales alcanzaron la imponente cifra de 10.000 desde los doce años. Espero que exagerara, pero quizá habría que tomar ese número en consideración dado que llegó a convivir en su casa con su primera esposa, con la segunda y con su amante, Boulle, que trabajaba de cocinera, y eso sin contar sus diarias visitas a burdeles…
    Y ya metidos en terrenos erótico-festivos, uno de los debates clásicos es aquel que plantea la importancia del tamaño. Vale, puede que sea algo un tanto soez. Pero de ello no se libran ni los monstruos de la literatura universal como nuestros siguientes escritores.

EL TAMAÑO SIEMPRE IMPORTA

TRÍO DE PAREJAS
    Y si no que se lo pregunten a Ernest Hemigway, quien recogió en su obra, París era una fiesta, este curioso encuentro con Scott Fitzgerald cuando el autor de El viejo y el mar era todavía poco conocido. Al parecer, un día recibió una invitación de Scott Fitzgerald para almorzar en un restaurante de la rue des Saints-Pères, Chez Michaud. Bueno, quizá más que una invitación, fue un ruego. Le dijo que tenía que explicarle «algo muy grave que versaba sobre lo que "más le importaba del mundo"» por lo que no solo esperaba que aceptara el encuentro, sino que se mostrara absolutamente sincero. No puedo imaginar las disquisiciones que se haría Hemingway de camino a la cita con uno de los escritores más reconocidos del momento tras el éxito de El Gran Gatsby.
    El caso es que, tras una conversación imagino que literaria y superintelectual, al terminar la cena, Scott le confesó el meollo del encuentro: jamás se había acostado con otra mujer que no fuera su esposa, en aquella época, la depresiva Zelda. «¿Cómo es posible?», le preguntó Hemingway quien consideraba a Scott Fitzgerald un tipo bastante bien parecido y al que, según le constaba, varias mujeres le miraban con ojos golosos.
    Al parecer, la razón de su escasa vida sexual no fue tanto el compromiso de fidelidad con su esposa, sino que esta afirmó en cierta ocasión que con un pene como el suyo jamás podría hacer feliz a una mujer. Ello parece que hizo mella en el orgullo varonil de Scott Fitzgerald quien reconoció a Hemingway que: «Me dijo que era una cuestión de tamaño. Desde entonces nunca me he vuelto a sentir el mismo, y me gustaría saber si es cierto». 
    Y ese fue el motivo real del encuentro: quería que Hemingway constatara sobre el terreno su escasa equipación. Dicho y hecho, estos dos monstruos de la Literatura universal se dirigieron a los aseos para realizar la pertinente comprobación.
    El examen urológico resultó normal. Sin excesos, pero tampoco defectos. Pero Scott Fitzgerald no quedó demasiado convencido, así que acordaron ir al Louvre para inspeccionar al detalle las esculturas varoniles a fin de establecer una comparativa de atributos más fiable. Entre eso y que Hemingway le hizo notar que «cuando te miras de arriba abajo te ves achicado» parece que Scott se quedó más tranquilo.
    Nunca sabremos cuánto de leyenda o de verdad tienen estos chismorreos de escritores, pero pienso que nos los hace más humanos y con ello más inspiradores.

    ¡Saludos tinteros!

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Preciosa fotografía que nos regala Carmen Ferro



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