Moriré con aguacero. Me matará la lluvia. Se me calará en los huesos. Penetrará suave, remolona, como lo va haciendo ya día a día, en cada metatarso, en cada artrosis matinal, en cada bruma.Calará hondo hasta deshacerme los huesos, los descompondrá en diminutas partículas de barro que se fundirán con la hojarasca o la sal que mata la nieve en las aceras de un invierno sin nombre. Lloverá y lloverá y la tempestad se llevará las huellas hasta hacerlas estallar en esas rocas escarpadas donde no llegue nadie.Y tú morirás bajo un sol ardiente, atemorizado por esos rayos que te quemarán la piel reseca de tanto desconsuelo habitado en las raíces de tu inapetencia y tu desesperación hecha rutina.Y nos levantaremos con el paraguas de siempre, protegiéndonos de viejos arcoíris y de cristales rotos. Bajo esos prismas acuáticos desde donde el mar aloja sus muecas desprendidas en un atardecer de miserias. Nos exilaremos de nuevo, recorreremos esos vientres y nos abandonaremos allí, agazapados, mientras esperamos la indecencia de un letargo amargo y rememorando eso que llaman esperanzas, ajadas esperanzas, de un invierno que no acaba de morirse. Y unas alegrías... de las palmas y la voz de Miguel Poveda. Tirititrán, tran tran, tirititrán, tran tran tran.. tan.
Tristesses
Publicado el 24 enero 2013 por Evamric2012Moriré con aguacero. Me matará la lluvia. Se me calará en los huesos. Penetrará suave, remolona, como lo va haciendo ya día a día, en cada metatarso, en cada artrosis matinal, en cada bruma.Calará hondo hasta deshacerme los huesos, los descompondrá en diminutas partículas de barro que se fundirán con la hojarasca o la sal que mata la nieve en las aceras de un invierno sin nombre. Lloverá y lloverá y la tempestad se llevará las huellas hasta hacerlas estallar en esas rocas escarpadas donde no llegue nadie.Y tú morirás bajo un sol ardiente, atemorizado por esos rayos que te quemarán la piel reseca de tanto desconsuelo habitado en las raíces de tu inapetencia y tu desesperación hecha rutina.Y nos levantaremos con el paraguas de siempre, protegiéndonos de viejos arcoíris y de cristales rotos. Bajo esos prismas acuáticos desde donde el mar aloja sus muecas desprendidas en un atardecer de miserias. Nos exilaremos de nuevo, recorreremos esos vientres y nos abandonaremos allí, agazapados, mientras esperamos la indecencia de un letargo amargo y rememorando eso que llaman esperanzas, ajadas esperanzas, de un invierno que no acaba de morirse. Y unas alegrías... de las palmas y la voz de Miguel Poveda. Tirititrán, tran tran, tirititrán, tran tran tran.. tan.