No sé si me acabo de inventar el concepto trona de segunda edad o ya existía. Me parece una buena expresión para definir lo que ocurre cuando tienes una trona en tu casa y, de pronto, tus necesidades cambian porque el niño ha crecido y requiere otras cosas, de modo que sales a comprar otra, que no se parece a la primera en casi nada. Ocurre como con las sillas de paseo de segunda edad: el niño está grande, la necesitas para otros usos y, sobre todo, has aprendido de tus errores.
Nuestra trona de primera edad fue una Chicco Polly 2 en 1 como la de esta foto.
La mejor definición que puedo hacer de ella es que es un troncho... Curiosamente, lo mismo que puedo decir del Trio For Me, también de ellos, que usamos nada más nacer el nene. Creo que Chicco no se caracteriza por hacer cosas ligeras ni que ocupen poco espacio una vez plegadas, no es para nada su punto fuerte, y eso que sigue siendo una de las marcas que más me gustan.
¿Por qué compré esa trona?. El gran error que cometí fue decidir su compra antes de tener al niño. Ya sabemos que la gente, con toda su buena fe, quiere hacer un regalo y no quiere que sea dinero y punto. Llegó un momento que ya teníamos todo lo necesario y algo había que elegir, así que nos pareció bien que fuera una trona, al fin y al cabo es algo muy útil y que tarde o temprano íbamos a necesitar. Pero, claro, cuando ni siquiera tienes al nene, no tienes ni idea de cuáles son tus necesidades reales así que, aunque le di muchas muchas vueltas, al final metí la pata.
Yo estaba empecinada en una trona plegable, con la idea de tenerla plegada el mayor tiempo posible y que así ocupara menos espacio en casa. Lo cierto es que las tronas plegables, al tener las patas tan abiertas, ocupan muchísimo espacio desplegadas, son un auténtico trasto. Y esta trona, como muchas de las que se pueden plegar, ocupa un espacio una vez recogida que tampoco es que quepa en todas partes. Además, y esto es un gran inconveniente, una vez plegada no tiene buen equilibrio, por lo que el niño ha estado a punto de tirársela encima varias veces.
Otro punto en principio a su favor era que llevaba ruedas. Lo cierto es que la trona pesa ya de por si un montón y con el niño encima ni os cuento. Arrastrarla con las ruedas es una utilidad que apenas le he dado. Es una trona complicada de transportar, sobre todo si estás que no te vales bien, por ejemplo, cuando estaba recién operada del mioma.
Quizá su mayor inconveniente fuera que, por la forma que tenía, hacía muy difícil arrimarla a la mesa. El niño siempre se quedaba separado, algo que resultaba fatal.
Pero también podría hablar de todos los recovecos que tenía, donde se acumulaba la comida, o del asiento de tipo hule de plástico donde el niño se quedaba pegado en verano y que se empezó a rajar a los pocos meses.
Podría seguir dando argumentos en su contra, pero prefiero centrarme en la segunda trona que nos hemos comprado, así que aquí lo dejo. Creo que queda claro que la trona que teníamos no nos gustaba y buscábamos algo mucho más práctico y ligero. Esta vez buscaba todo lo contrario: una trona de madera, que no fuera plegable, que ocupara realmente poco espacio, que permitiera al niño estar sentado a la mesa como uno más y que fuera lo más sencilla posible (al final te compras una trona con mil accesorios y no usas ninguno y sólo te ocupan espacio en el armario).
Opciones en tronas de madera hay unas cuantas. A mi me costó lo mío decidirme, como siempre. La Stokke quedó descartada desde el principio por tener un precio, a mi juicio, abusivo. Soy la primera en comprar cosas buenas y prácticas aunque sean caras, pero en este caso me parecía claramente excesivo su precio, incluso aunque me la fueran a regalar. Lo cierto es que hoy día tenemos en el mercado varias tronas muy similares (supongo que se podrían considerar imitaciones de ésta) y a precios mucho más razonables.
Finalmente nos decantamos por una Danchair, de Baby Dan. Básicamente es una Stokke pero con formas redondeadas. A mi estéticamente me parece más bonita (dentro de que no son nada del otro mundo) y de idéntica funcionalidad. La compré en Amazon UK, ya sabeis que adoro esa tienda, y me costó baratísima, creo recordar que no llegó a 70 euros al cambio y sin gastos de envío (en España se puede comprar esta trona en varias tiendas, pero a 110 euros de media).
El paso a una trona de segunda edad a mi me ha supuesto un cambio muy importante. El niño puede estar en la mesa como uno más, no sólo para comer, sino para jugar. La trona es ultra ligera. Tanto que puedo moverla incluso con el niño montado encima. Tiene un aro que se puede quitar cuando el niño se hace mayor y también incorpora un arnés de cintura, que yo reconozco que no he usado nunca. Es regulable en altura y el reposapies también, además de ser súper ancho y cómodo para cuando en un futuro el niño se suba solo. Por si fuera poco, se limpia fenomenal, mucho mejor que la de plástico de Chicco.
¿Inconvenientes?. Todas las tronas de segunda edad tienen un inconveniente, de ahí que yo las denomine de segunda edad, descartándolas para usarlas desde que el niño se incorpora a la alimentación complementaria: están pensadas para niños que ya se sostienen muy bien sentados, yo diría que de 9 meses en adelante. Cuando empezamos a dar las primeras papillas, con 5-6 meses, los bebés necesitan una trona con un respaldo alto y, si es posible, con un arnés de 5 puntos (porque mi hijo es de los que se tiran de cabeza a la mínima). Estas tronas de madera no aportan seguridad, realmente son como una silla elevada y, por tanto, hay que tener ojo. A mi el niño se me ha subido de la trona a la mesa un par de veces y hasta al lavabo cuando la primera vez la metí en el baño.
Es cierto que a estas tronas de madera se les puede incorporar un cojín, que hace el espacio más acolchado... Pero aún así media espalda queda fuera, por lo que creo que es buena idea tener en casa los dos tipos de trona. Y como es una cosa que pasa de hermano a hermano, se le pueden estar dando incluso uso simultáneo porque, otra cosa buena de estas tronas es que al final pueden terminar por convertirse en una silla normal y corriente.
En nuestro caso, una gran compra.