Revista Diario

T.S. Eliot. Poemas.

Publicado el 28 septiembre 2023 por Elcopoylarueca

T.S. ELIOT. POEMAS

«No vi nada tras los ojos de ese niño».

T.S. Eliot. Poemas.

T.S. Eliot, fotografía de Irving Penn, impresión de bromuro,  1950.

En The Metaphysical Poets (1921), T.S. Eliot afirmó que su época necesitaba poetas «difíciles» y que «el poeta debe ser cada vez más comprensivo, más alusivo, más indirecto para forzar, para dislocar, si fuese necesario, el lenguaje en su significado».

En otras palabras, T. S. Eliot aboga por inducir al lector a razonar sobre el papel que desempeña en la civilización que habita —¡oh, pensar…, pensar cuando la vida compite con el minutero!

La obra poética de T.S. Eliot predica con el ejemplo, de modo que solamente es apta para aquellos que estén dispuestos a descifrar la simbología lírica de uno de los vates más importantes del del siglo XX.

Los ojos, la mirada vacía, la mirada perdida, la mirada a la caza… La mirada, los ojos… «no vi nada tras los ojos de ese niño». La Sombra y la Luz…

El mal y el bien como anverso y reverso de una sociedad que apuesta por la deshumanización, que acumula dos guerras mundiales, dos bloques enfrentados, ninguno apto para una civilización basada en la ética y el conocimiento, pues el capitalismo nihilista y el totalitarismo comunista nos han robado la calma que requiere toda interrogación —«La luna ha perdido la memoria», dice uno de los versos de T.S. Eliot.

T.S. Eliot. Poemas.

Calle, 5 p.m, John Brack, óleo sobre lienzo, 1955.

El lenguaje, que es camaleónico e instrumento expresivo de la poesía, asume las singularidades de su época y el XX fue la centuria del caos. Fue una época, además, sustentada en la imagen visual, vuelta herramienta para expandir mensajes subliminales de fuerte carga ideológica —la imagen visual es condición que comparten el arte, la literatura y la lírica de las vanguardias.

La obra de T.S Eliot, que es espejo de su tiempo, convierte a la metáfora en el bedel por el que está obligado a pasar todo aquel que la lea. La poesía de Eliot es pesimista y se construye de frases, de códigos, de indirectas, de metáforas recurrentes. Su poesía es dramática y con tendencia a lo coloquial. Es, como afirma José María Valverde, un «collage de citas».

T.S. Eliot. Poemas.

Autorretrato, John Brack, óleo sobre lienzo, 1955.

La estupidez es la penitencia que el alma impone al hombre que abandona su conciencia. Y es esto lo que pienso que quiere resaltar el poeta norteamericano con sus yuxtaposiciones de imágenes, su discurso hermético y su amplio abanico de estilos estéticos. En las deliberaciones líricas de T.S. Eliot la filosofía y la teología cristiana platican  —el Premio Nobel de Literatura (1948), autor de La tierra baldía y Asesinato en la Catedral, se convirtió al anglo-catolicismo en 1927.

T.S. Eliot incita a la reflexión personal porque está convencido de que es la única manera de rescatar lo trascendente. El hombre moderno, como urraca, acumula baratijas en su nido, inconsciente de que ya está atrapado en «el tiempo de la aflicción», «incapaz de avanzar o retroceder».¡Ay, titiritero…, financiador de la hecatombe del siglo XX, cuán cerca estás de convertir al individuo en fiera terca!

Hoy les dejo seis poemas de T.S. Eliot, que han sido traducidos por José María Valverde y recogidos en Poesías reunidas 1909/1962. He decidido ilustrarlos con cuadros del pintor británico Stanley Spencer (1891-1959), quien, al igual que Eliot, vivió el inicio y el asentamiento de un nuevo mundo donde el rebaño que bala… se cree único y sufre, infinitamente, por su incapacidad para detectar de dónde le viene el vacío que provoca lo que debiera satisfacerle.

Amigos, recuerden mi sugerencia de leer con calma. La poesía de T.S. Eliot no forma parte del menú de los McDonald’s.

T.S. Eliot. Poemas.

POEMAS

T.S. Eliot. Poemas.

La guardería (Medias de Navidad), óleo sobre lienzo, 1936.

LOS HOMBRES HUECOS

Un penique para el Viejo Guy Fawkes

I

Somos los hombres huecos
somos los hombres rellenos
apoyados uno en otro
la mollera llena de paja. ¡Ay!
Nuestras voces resecas, cuando
susurramos juntos
son tranquilas y sin significado
como viento en hierba seca
o patas de ratas sobre cristal roto
en la bodega seca de nuestras provisiones

Figura sin forma, sombra sin color,
fuerza paralizada, gesto sin movimiento;

los que han cruzado
con los ojos derechos, al otro Reino de la muerte
nos recuerdan —si es que nos recuerdan— no como
perdidas almas violentas, sino sólo
como los hombres huecos
los hombres rellenados.

II

Ojos que no me atrevo a encontrar en sueños
en el reino de sueño de la muerte
esos ojos no aparecen:
ahí, los ojos son
luz del sol en una columna rota
ahí, hay un árbol meciéndose
y las voces son
en el canto del viento
más lejanas y más solemnes
que una estrella que se apaga.

No me acerque yo más
en el reino de sueño de la muerte
revístame yo también
de tan deliberados disfraces
pelaje de rata, piel de cuervo, palos cruzados
en un campo
comportándome igual que el viento
sin acercarme más…

No ese encuentro final
en el reino crepuscular.

III

Esta es la tierra muerta
esta es tierra de cactus
aquí se elevan las imágenes
de piedra, aquí reciben
la súplica de la mano de un muerto
bajo el titilar de una estrella que se apaga.

Así es
en el otro reino de la muerte
despertar solo
a la hora en que
temblamos de ternura
labios que querrían besar
forman oraciones a piedra rota.

IV

Los ojos no están aquí
no hay ojos aquí
en este valle de estrellas que mueren
en este valle hueco
la quijada rota de nuestros reinos perdidos
en este, el último de los lugares de encuentro
vamos a tientas juntos
y evitamos hablar
reunidos en esta playa del río hinchado

sin vista, a no ser que
reaparezcan los ojos
como la estrella perpetua
rosa multifoliada
del crepuscular reino de la muerte
la esperanza solamente
de hombres vacíos.

V

Al corro del higo chumbo
al higo chumbo higo chumbo
al corro del higo chumbo
a las cinco de la mañana.

Entre la idea
y la realidad
entre el movimiento
y el acto
cae la Sombra

porque Tuyo es el Reino

Entre la concepción
y la creación
entre la emoción
y la respuesta
cae la Sombra

la Vida es muy larga

Entre el deseo
y el espasmo
entre la potencia
y la existencia
entre la esencia
y el descenso
cae la Sombra

pues Tuyo es el Reino

pues Tuyo es
la Vida es
pues Tuyo es el

Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
No con un estallido sino con un quejido.

(1925) 

T.S. Eliot. Poemas.

Fuego encendido, óleo sobre lienzo, 1936.

RAPSODIA DE UNA NOCHE DE VIENTO

Las doce.
A lo largo de los cauces de la calle
sostenidos en síntesis lunar,
susurrando encantamientos lunares,
se disuelven los suelos de la memoria
y todas sus claras relaciones,
sus divisiones y precisiones,
cada farol que dejo atrás
resuena como un tambor fatalista,
y a través de los espacios de lo oscuro
la medianoche sacude la memoria
como un loco agitando un geranio muerto.

La una y media,
el farol espurreaba,
el farol mascullaba,
el farol decía: «Observa a esa mujer
que vacila hacia ti en la luz de la puerta
que se abre hacia ella como una mueca.
Ves que el borde de su vestido
está desgarrado y sucio de arena,
y ves que el rabillo del ojo
se le retuerce como un alfiler torcido».

La memoria arroja y deja en seco
una multitud de cosas retorcidas;
una rama retorcida en la playa,
devorada, lisa, y pulida
como si el mundo rindiera
el secreto de su esqueleto,
rígido y blanco.

Un muelle roto en el solar de una fábrica,
óxido que se agarra a la forma que la fuerza ha dejado
dura y enroscada y dispuesta a dispararse.

Las dos y media.
El farol dijo:
«Observa al gato que se aplana en el arroyo,
saca la lengua furtiva
y devora un bocado de manteca rancia».
Así la mano del niño, automática,
salió furtiva y se embolsó un juguete que corría por el muelle.
No vi nada tras los ojos de ese niño.
He visto ojos en la calle
tratando de escudriñar a través de postigos con luz,
y un cangrejo una tarde en un charco,
un viejo cangrejo con lapas en la espalda,
agarró el extremo de un palo que le tendí.

Las tres y media,
el farol espurreaba,
el farol mascullaba en lo oscuro.
El farol canturreaba:
«Observa la luna,
la lune ne garde aucune rancune,
guiña un débil ojo,
sonríe a los rincones.
Alisa el pelo de la hierba.
La luna ha perdido la memoria.
Una desvaída viruela le agrieta la cara,
su mano retuerce una rosa de papel,
que huele a polvo y agua de colonia.
Está sola
con todos los viejos olores nocturnos
que cruzan y cruzan por su cerebro».
Viene la reminiscencia
de secos geranios sin sol
y polvo en grietas,
olores de castañas en las calles,
y olores femeninos en cuartos de ventanas cerradas,
y cigarrillos en pasillos
y olores de cócteles en bares.

El farol dijo:
«Las cuatro.
Aquí está el número en la puerta.
¡Memoria!
Tienes la llave,
la lamparilla extiende un círculo en la escalera.
Sube.
La cama está abierta: el cepillo de dientes cuelga en la pared,
deja los zapatos a la puerta, duerme, prepárate para la vida».

El último retorcimiento del cuchillo.

(De Prufrock y otras observaciones, 1917).

T.S. Eliot. Poemas.

Las bienaventuranzas del amor, óleo sobre lienzo, 1938.

TÍA HELEN

Miss Helen Slingsby era mi tía solterona
y vivía en una casita cerca de una plaza elegante
cuidada por su servidumbre en número de cuatro.
Ahora que murió, hubo silencio en los cielos
y silencio en su extremo de la calle.
Se cerraron los postigos y el funerario se restregó los pies,
se daba cuenta de que no era la primera vez que ocurría algo así.
Los perros quedaron generosamente atendidos,
pero poco después se murió también el loro.
El reloj de Dresden siguió tictaqueando en la repisa de la chimenea
y el lacayo se sentó encima de la mesa del comedor
con la segunda doncella en las rodillas
—ella, que siempre tuvo tanto cuidado mientras vivió su señora.

(De Prufrock y otras observaciones, 1917).

T.S. Eliot. Poemas.

Autorretrato con Patricia Preece, óleo sobre lienzo, 1937.

OJOS QUE VI CON LÁGRIMAS

Ojos que vi con lágrimas la última vez
a través de la separación
aquí en el otro reino de la muerte
la dorada visión reaparece
veo los ojos pero no las lágrimas
esta es mi aflicción.

Esta es mi aflicción,
ojos que no volveré a ver
ojos de decisión
ojos que no veré a no ser
a la puerta del otro reino de la muerte
donde, como en este
los ojos perduran un poco de tiempo
un poco de tiempo duran más que las lágrimas
y nos miran con burla.

(De Poesías menores).

T.S. Eliot. Poemas.

El cubo de basura, óleo sobre lienzo, 1956.

ANIMULA

«Brota de la mano de Dios, el alma sencilla»
a un liso mundo de luces cambiantes y ruido,
a lo luminoso, oscuro, seco o húmedo, helado o tibio;
moviéndose entre las patas de mesas y de sillas,
subiendo o cayendo, agarrándose a besos y juguetes,
avanzando osadamente, alarmándose de repente,
retirándose al rincón de brazo y rodilla,
empeñada en ser tranquilizada, complacida,
en la fragante brillantez del árbol de Navidad,
complacida en el viento, la luz del sol y el mar;
estudia los soleados arabescos del suelo
y los ciervos que corren en torno a una bandeja de plata;
confunde lo real y lo fantástico,
contenta con naipes y reyes y reinas,
lo que hacen las hadas y lo que dicen los criados.
La pesada carga del alma creciente
me desconcierta y me molesta más cada día;
semana tras semana, me molesta y desconcierta más
con los imperativos de «es y parece»
y debe y no debe, deseo y dominio.
El dolor de vivir y la droga de los sueños
enroscan a la pequeña alma en el asiento de junto a la ventana
detrás de la Enciclopedia Británica.
Sale de la mano del tiempo, el alma sencilla
indecisa y egoísta, malograda, tullida,
incapaz de seguir adelante o retirarse,
temiendo la cálida realidad, lo bueno ofrecido,
negando el importunar de la sangre,
sombra de sus propias sombras, espectro en su propia tiniebla,
dejando papeles desordenados en un cuarto polvoriento;
viviendo por primera vez en el silencio después del viático.

Rezad por Gutiérrez, ávido de velocidad y fuerza,
por Boudin, estallado en pedazos,
por este que hizo una gran fortuna,
y aquel que se fue por su lado.
Rezad por Floret, muerto por el podenco entre los tejos,
rezad por nosotros ahora y en la hora de nuestro nacimiento.

(De Poemas de Ariel).

T.S. Eliot. Poemas.

Cristo en el desierto, impulsado por el Espíritu, óleo sobre lienzo.

EL CULTIVO DE ÁRBOLES DE NAVIDAD

Hay varias actitudes hacia la Navidad,
de algunas de las cuales podemos prescindir:
la social, la torpe, la abiertamente comercial,
la juerguista (las tabernas abiertas hasta la medianoche),
y la infantil —que no es la del niño
para quien la vela es una estrella, y el ángel dorado
extendiendo las alas en lo alto del árbol
no es sólo un adorno, sino un ángel.
El niño se asombra del Árbol de Navidad:
dejadle seguir en el espíritu de asombro
ante la Fiesta como un acontecimiento no aceptado como pretexto;
de modo que el arrebato refulgente, la sorpresa
del primer árbol de Navidad recordado,
de modo que las sorpresas, el deleite en nuevas posesiones
(cada cual con su olor peculiar y emocionante),
la espera del pato o el pavo
y el esperado respeto ante su aparición,
de modo que la reverencia y la alegría
no se olviden en la experiencia posterior,
en el aburrido acostumbrarse, la fatiga, el tedio,
la conciencia de la muerte, la conciencia del fracaso,
o en la piedad del converso
que puede estar manchada de presunción
desagradable a Dios e irrespetuosa para los niños
(y aquí me acuerdo también con gratitud
de Santa Lucía, su canción y su corona de fuego);
de modo que antes del fin, la octogésima Navidad
(con «octogésima» quiero decir la que sea la última)
los recuerdos acumulados de emoción anual
queden concentrados en una gran alegría
que también ha de ser un gran temor, como en la ocasión
en que el temor invadió todas las almas:
porque el principio nos hará recordar el fin
y la primera venida, la segunda venida.

(De Poemas de Ariel).

T.S. Eliot. Poemas.

ENLACES RELACIONADOS

Conservar el espíritu de la Navidad (Chesterton).

Los reyes magos. Poema (G.K. Chesterton).

Chesterton. Poemas. «El gran mínimo».

La ciudad muerta de Korad (Oscar Hurtado).

Albert Camus y la perspectiva permanente de la moral.

Revolución y libertad (Georges Bernanos). Texto.

El problema de la libertad (Thomas Mann).

Poemas (John Keats).

Percy Shelley. Poemas.

Lord Byron y Samuel Palmer. Poemas y grabados.

Edgar Allan Poe. Poemas.

John Donne. Poemas metafísicos.

El cementerio marino (Paul Valéry). Poema.

Lucian Freud en el Thyssen. Pintura.

La entrada T.S. Eliot. Poemas. se publicó primero en El Copo y la Rueca.


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