Me fui caminando por Concha y Toro, entre el barro, escombros y casas derrumbadas. No había autos ni buses, no había nada, pero sí de camino me encontré con una feria, al parecer, con una feria de restos de cosas que ya nadie quería tener. Allí fue donde encontré un reloj de colo colo y aunque no tenía por qué, lo compré para regalárselo. Ni siquiera tenía que verlo, pero algo decía, que lo iba a ver. Era para él.
Cuando me fui, me acompañó un hombre, mal vestido, mal oliente y en realidad todo lo malo que se pueda pensar, su aspecto provocaba bastante miedo, pero no me asustaba, lo que no lograba entender, es por qué me seguía. De camino, me daba cuenta del daño que había provocado en la ciudad semejante evento, así también lo lejos que estaba de casa, hasta creo que me rendí y en alguna parte, me dieron una habitación provisoria. Estaba bien, sentía que estaba recuperando mis enseres de a poco. Como tenía que ser. Mi vecino de habitación tenía agua, me acerqué y le mencioné en la situación en la que me encontraba; no tengo agua, no tengo ropa, no tengo comida… él me llevo agua y me llevó de vuelta cosas que me pertenecían, por ejemplo, un reloj de pulsera.
Cuando continué mi camino, encontré por alguna parte a mi madre. Estaba feliz, ella era lo más importante, si ella estaba lo demás no importaba y tenía que ser así, porque yo era la responsable de darle la fea noticia.
Nuestra casa ya no existe, ni ella ni nada lo que había dentro. Ahora sí que no tenemos nada. Solo somos tú y yo.