Presuponer lo que otros piensan o hacen y formular teorías descabelladas es una suprema pérdida de tiempo y un desgaste de energía de nervios innecesarios. ¡Cuanto mejor es preguntar, averiguar, indagar, en lugar de formarnos mil fantasmas en nuestra cabeza! ¡Lo mal que lo pasamos por nada!¡Cuánto daño nos hace pensar por el otro! Nuestros pensamientos están dirigidos a elucubrar sobre las cosas y las personas y a dar rienda suelta a la suposición en todos sus ámbitos y posibilidades. Esta afirmación no es gratuita, y si no piensa; ¿Cuántas veces has dicho? “Yo suponía qué”, “Yo creía qué…”. “ Yo pensé qué”…“El funcionamiento de la mente humana es muy interesante. Necesitamos justificarlo, explicarlo y comprenderlo todo para sentirnos seguros. Tenemos millones de preguntas que precisan respuesta porque hay muchas cosas que la mente racional es incapaz de explicar. No importa si la respuesta es correcta o no; por sí sola, bastará para que nos sintamos seguros.
Esta es la razón por la cual hacemos suposiciones. Si los demás nos dicen algo, hacemos suposiciones, y si no nos dicen nada, también las hacemos para satisfacer nuestra necesidad de saber y reemplazar la necesidad de comunicarnos. Incluso si oímos algo y no lo entendemos, hacemos suposiciones sobre lo que significa, y después, creemos en ellas. Hacemos todo tipo de suposiciones porque no tenemos el valor de preguntar.
La mayoría de las veces, hacemos nuestras suposiciones con gran rapidez y de una manera inconsciente, porque hemos establecido acuerdos para comunicarnos de esta forma. Hemos acordado que hacer preguntas es peligroso y que la gente que nos ama debería saber qué queremos o cómo nos sentimos. Cuando creemos algo, suponemos que tenemos razón hasta el punto de llegar a destruir nuestras relaciones para defender nuestra posición.” (Dr. Miguel Ruiz. Los cuatro acuerdos Toltecas)
Al final podríamos decir que es un problema de comunicación: Percibimos nuestra realidad, y en lugar de preguntar, nos la creemos y actuamos en consecuencia.
Solución: Dejar de imaginar, aprender a comunicarnos. Dejar que la loca de la casa (la imaginación) haga de las suyas, e intentemos acercarnos a la realidad, tal cual, sin poner nosotros de nuestra “cosecha”.
¿Cómo? Aprendiendo a comunicarnos mejor. La forma de evitar las suposiciones es preguntar y asegurarnos de que las cosas nos queden claras. La respuesta puede gustarnos o no, pero ya esa es otra historia.
Cuando dejamos de hacer suposiciones, nos comunicamos con habilidad y claridad. Y si somos capaces de tener una comunicación efectiva, todos nuestros problemas comienzan a resolverse. Te ahorrarás muchos disgustos, evitarás muchos errores, y sobre todo vivirás una vida más tranquila y feliz.
¿Qué te parece? ¿Merece la pena llegar a este acuerdo contigo mismo?