Tú ganas, rubia.

   —¿Entiendes un poco mejor el asunto? —se frotó la cara con las manos, le desesperaba aquello. No quería hablar de la diferencia de edad, no quería pensar en si aquello se convertiría en algo serio o terminaría en un par de días. Lo que deseaba era conducir hasta donde permitiese la gasolina y abalanzarse sobre ella en el asiento trasero.
   —Te da miedo que sea menor ¿es eso? —sabía perfectamente que sí, pero le gustaba que le confirmaran sus sospechas.
   —Me das miedo tú. —se rindió y a ella le cogió por sorpresa.
   —¿Tengo que tomarme eso como un piropo o como algo malo?
   —No lo sé. Tendrás que decidir tú, pero yo dejo la lucha. —tomó aire, pensativo —Tú ganas, rubia. Solo espero que sea verdad y no acabar en la cárcel por ti.
Lo será mientras pueda aguantar, pensó ella, volviendo a sentir aquel extraño poder interior.