Pino Artist
Me preguntás qué estoy haciendo.
Escribo tu nombre en mi libreta, te respondo.
Juego con las vocales, separo las consonantes e invento palabras nuevas.
Dibujo un Scrabble y las piezas las diseño redondas: puros soles y lunas llenas.
Recuerdo ahora el idioma que divagamos juntos una noche de insomnio.
Una mezcla de Spanglish, lunfardo y tecnicismos salidos de algún libro extraño de esoterismo.
Teníamos contraseñas para todo, incluso para irnos de lugares inhóspitos sin levantar sospechas.
Mientras que a otras palabras les habíamos cambiado totalmente el significado.
Cuando conocí tu nombre, aún sin haber visto quién lo habitaba, pensé que tenía que reescribir mi cuento de la casa en la playa.
Una casa que tenía mil años y demasiada arena acumulada en la puerta de entrada.
Luego olvidé por completo ese asunto literario cuando me dejé encandilar por un tibio rayo del amanecer que se colaba por el ojo de buey de tu habitación.
Mis rulos sobre la almohada y las piernas enroscadas en la tibieza de tus sábanas.
Sigo jugando con tu nombre y esta vez hago con éste un círculo y comienzo a delinear un mandala.
Me mirás del otro lado.
Alguien podría decir que estamos lejos, pero tal palabra no existe en nuestro diccionario de la real lengua amatoria.
Tiemblo. Me levanto por una ruana. Afuera suena la vida, adentro mi corazón.
Dejo la libreta y ahora juego con tu pelo.
Me preguntás qué estoy haciendo.
Escribo tu nombre en mi universo, te respondo.
Y en ese momento empezamos a jugar los dos.
Patricia Lohin
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